Bueno, ya sabéis que sigo en el cielo. Ya llevo mucho, no sé decir cuánto, porque aquí uno no se entera de nada. Una modorra… ¡Qué molicie¡ La verdad, que a mí el cielo me ha decepcionado bastante. Yo así una eternidad no la aguanto. Esto está lleno de repelentes. La mayoría de la gente que me cae bien están en el purgatorio o en el infierno. Y aquí estamos todos los muermos juntos. Los más muertos.

Sabéis que estábamos mirando a uno que yo pensaba que era Dios por aquello de la contemplación divina. Pues era San Pedro. Se mosqueó conmigo. Dice, ¿si no está Dios, a quién quieres mirar tú? Pero yo lo que me pregunto es:¿y Dios por qué no está en el cielo? Ojo. Yo no digo que no sea buen tío San Pedro. ¡Pero no es Dios! Por lo visto hace mucho que Él no viene. Pues no lo entiendo. Se ve que se pasa el día en la tierra. Decían el otro día que Dios Padre siempre se quejaba de que en el mundo la gente no hacía más que pecar todo el rato. ¡Pues oye, si tanto lo criticas, no sé porqué bajas tanto….! Y no sé qué hará, porque las cosas no es que estén perfectas abajo. No sé qué habrá solucionado…

Aquí falta organización. Yo esto lo montaría de otra forma. Porque oye, toda la vida siendo bueno y arrepintiéndome de todo para luego tanto mirar a San Pedro… ¡Venga, hombre! No digo que tengamos que hacer aerobic, como en los hoteles para jubilados, pero alguna excursión… ¡No sé, algo!

Tengo un compañero todo el día sonriendo. No lo soporto. ¡Qué cara de idiota! Está el tío encantado de estar aquí. Me acerco y le digo «buenas». Y en vez de contestar se me queda mirando con su sonrisa de comprensión profunda del alma humana… ¿Será tonto el tío? ¿Pero de qué va? Le digo: ¿me está mirando usted por encima del hombro? Porque a mí me habrán traído a aquí igual que a usted… Usted, qué pasa, ¿es que se ha hecho más bueno? Y él nada,con su sonrisa de iluminado. Claro, si lleva una eternidad mirando a San Pedro, se habrá vuelto majara.

Ya he preguntado si me podía bajar a la tierra o hacer una visita a algún amigo que tengo en el purgatorio, por llenar un poco el tiempo infinito. Pero aquí siempre te miran tiernamente pero no te contestan. Me tienen ya bastante harto.

Total. He empezado a preguntarme qué hago yo en el cielo. Yo creo que no me lo merezco. Para mí que se han equivocado. Lo más curioso es que cuando estaba en la tierra ya me preguntaba: ¿Y yo qué hago aquí? Y ahora en el cielo, igual. No tenía que haber venido. Esto me pasa como otras cosas, por ser un buenazo.