97DA4395CLo primero que hizo el gato al despertar fue asearse un poco. Para ello metió sus pezuñas en el plato del agua. Se estiró varias veces, desde el rabo hasta las orejas. Y ya con todos los pelos y huesos en sus respectivos lugares, salió a pasear al jardín atravesando la gatera con andares propios de un sheriff. Miró despacio hacia la derecha… No vio nada. Después, con su mirada fría y curtida torció su cuello gatuno hacia la izquierda… pero tampoco había nadie por allí. Se quedó inmóvil un buen rato, como intentando asimilar la frustración, hasta que por fin decidió tumbarse allí mismo, bajo el sol. Sintió soledad y tristeza. El ratón no había salido a jugar con él. ¡Cómo le echaba de menos! Y fue entonces cuando empezó a sospechar que el ratón, en realidad, siempre había sido él.