Cansancio. Sé lo que es. Se me abre la boca a la vez que frunzo el ceño, y no puedo mantener los ojos abiertos al mismo tiempo. La cabeza se me cae hacia el respaldo de mi sillón giratorio. Se acaba el bostezo, pero la boca sigue abierta y apretados los párpados, con la mueca doliente de un fusilado.

En mi cabeza no cabe una palabra más, una alerta más, una tarea más que recordar. Veo mi abrigo colgado de una percha. Él fue mi compañero, mi último amigo, mi perro fiel, la bandera de mi patria, y también la de mi barco pirata. Ahora, perdidas las naves, será la manta que me cobije cuando viva en la calle, el lienzo con que me tapen el rostro tras la confirmación de mi muerte. Debajo del traje y de mi abrigo estoy yo desnudo, moribundo y obsceno.

(fragmento)