Por fin mi viejo amigo empezó a contarme cómo se encontraba de decepcionado y de apático. Nuestras borracheras elucubrativas de la juventud ya no eran tan apasionantes. Mientras me hablaba, creí que le iban a caer los ojos en el gintonic:

-Un día puede ser una perdida de tiempo. Una vida también.

-O no -le dije yo.

Él expresó sus dudas con un apretar de morros. Mientras el camarero le ponía otra copa sin preguntarle, siguió filosofando.

-La vida es ante todo un periodo de tiempo durante el cual no puedes ocuparte más que de una sola cosa, que es vivir. Lo puedes hacer de muchas maneras, pero en el fondo… es vivir, y nada más. Y de eso no se puede salir, sin salir de la vida, claro está. Y si sales de la vida, no es que hagas mucho más. No sabemos exactamente lo que puede ocuparte, pero se impone la idea de que la no existencia será algo bastante monótono e inactivo. Vistas así las cosas, yo creo que hay pocas opciones, tanto si existes como si no. Pero no hay a dónde ir ni a quién protestar. Es una situación extraña, que te deja un poco perplejo, porque es como que te han dejado aquí, sin decirte nada, ni te dan un papel con una explicación… aunque fuera una web o un número de teléfono. Nada. Por mucha gente que haya en la ciudad yendo y viniendo, me siento en un solar sin construir, dentro de un terreno urbanizado pero sin edificar.

-Jo, cómo estás hoy.

-La gente que ves está de paso. Como tú, como yo… Todos somos como los muertos vivientes de las películas, aunque con aspecto más saludable, en general. Parecemos ocupados. ¿Ocupados en qué? Como si preparásemos un viaje. Pero nuestro viaje se acaba aquí. Nos quedaremos en este solar vacío. Entonces, ¿qué hacer?

-¡Pues vivir! ¡Coño, vivir!

-Exacto. Lo único, eso.

http://ow.ly/rAhVn