(sobre el deseo de no decepcionar a un hijo)

 

Durante los días que Juan estuvo en el paro, nunca pudo creer que su autoestima pudiera llegar a fallarle. Juan era un hombre que se sabía diferente a los otros en algunos aspectos. Ninguna bofetada de la vida le importaba. Lo importante era lo que él era, y eso nadie se lo quitaría por mucho tiempo que estiviera en el dique seco del mercado laboral. La vida continuaba, seguía teniendo cosas importantes. Por ejemplo, el cumpleaños de su hijo. Una de las mejores maneras de celebrar el cumpleaños de un niño de siete años es organizar un simple partido de fútbol con los compañeros de clase de su hijo. Juan, espoleado por su mujer, que siempre estaba atenta a todo, encontró un campito de fútbol muy bien cuidado aunque de pequeñas dimensiones, ideal para que unos quince niños de su edad pasen una tarde estupenda. Después,una merendola con hamburguesa, refresco, patatas, chuches y, cómo no, la tarta con velas. El día señalado llegaron al campo los niños con sus papás. Estos habían acodado poner el dinero del  regalo que todos los padres darían por igual. La recaudación fue suficientemente generosa como para comprarle al niño uno de aquellos cuadricópteros teledirigidos. No fue fácil aprender a dirigir aquel cacharro. Al día siguiente Juan y su hijo montaron en sus bicicletas. El hijo llevaba una pequeña bolsa a la espalda con provisiones, una bomba de hinchar unas llaves Allen, pañuelos de papel y cosas así. El padre llevaría el «drone». ¡En su caja, por Dios, sobre todo que no se rompiera! Tuvo que hacerse una especie de mochila con bolsas de plástico, ya que el aparato con su embalaje no cabía en ninguna mochila. El día era estupendo, pero las cuestas arriba con calor son más duras. Sin embargo, la ilusión les impulsó lo suficiente y pese a la poca edad del hijo y la mucha del padre, al cabo de varios kilómetros alcanzaron su meta. Una ermita generalmente abierta pero vacía y solitaria en lo alto de un montículo que permitía una vista preciosa, en una zona con una gran explanada y escasos árboles. Perfecta para aprender a manejar el aparato evitando choques peligrosos con el entorno. El drone acabó el primer intento pese a todo con varios arañazos en las hélices, ya que no era fácil de llevar al principio. Su padre le consoló explicándole que eran heroicas heridas de guerra, que no había que salir buscarlas nunca, sino todo lo contrario, pero que también eran como las arrugas en la frente, un homenaje por todo lo que uno lleva volado en la vida. Disfrutaron como niños los dos juntos hasta que se agotaron las baterías del cacharrito. – Ahora, hace un día fabuloso yel camino a casa es casi todo cuesta abajo.Podemos bajar muy rápido, sin peligro y con el aire refrescándonos. ¡Vamos, que Mamá nos espera con una comida riquísima! Pusieron cuidadosamente el aparato en su caja con todos sus accesorios. El niño era muy meticuloso para todo. Juan se cargó con todo, se subieron a las bicicletas y… Soñaban que hacían esquí acuático, que esquiaban, que se perseguían como en las películas, disparándose tiros el uno al otro. El padre estuvo a punto de matarse por volverse hacia su niño cuando descendía la cuesta a toda velocidad, fingiendo un disparo de pistola hacia su hijo que le seguía por detrás, pero milagrosamente pudo recuperar el equilibrio y controlar la bicicleta no sin que un seto le golpease en la cara y la pierna. Llegaron a la casa felices y exhaustos.

-Antes de comer tenemos que ducharnos,que estamos muy sudados.

-¿Papá, me cronometras la ducha, a ver si bato mi record?

-No. El niño se quedó decepcionado.

-¿Por qué no? -dijo abriendo unos ojos como puertas al mar.

-En vez de cronometrarte te echo una carrera. ¡Preparados, listos ya! Y cada uno se fue corriendo y riendo a su cuarto de baño a ducharse y vestirse antes que el otro.

-Papi, ¿con pelo?

-Con pelo, hijo, siempre con pelo.

Después de comer Juan le dijo al niño:

-Tenemos que poner a cargar tu cuadricóptero. Fueron a su cuarto.  La caja del drone tenía compartimentos para distintos componentes y accesorios. Empezaron a buscar el cargador del juguete pero… no lo encontraron. Juan buscó en las instrucciones a ver si e había una lista de componentes. No había tal lista, sin embargo ahbía un apartado en el que salía unafrase. «No use otro cargador ya que podría dañar su aparato». Junto a la frase, aparecía un dibujo del mismo.