Es difícil luchar contra el silencio porque en cuanto dejas de chillar te planta cara. Es inagotable. Persistente. Cruza los brazos y te mira, más alto y fuerte que tú, que yo y que todos. No te deja avanzar. No te deja pasar. Viene del enorme vacío, ese tan famoso, del que pende el planeta y que todo lo envuelve. Esa falsa quietud, esa inmensidad insonora. Vivimos protegiéndonos del silencio en la rendijas del mundo, como los insectos y las cucarachas. Fuera de las grietas que habitamos está la ausencia más densa y pesada. El hueco más vasto y espeso. El vano gigante. Un abismo infinito. La selva  inmaterial. Chillar, hablar, comunicarse es como querer empujar las olas hacia la mar. La comunicación solo son falsas palabras dibujadas en el agua. 

Pero escribir es una actividad sorda y significativa. Solo escribir agota los mutismos. Las palabras se empapan con lo silencios y los absorben. Escribiendo no solo me libro del estruendo callado sin desgastar mi garganta. Es que me burlo de él. Si quieres refugiarte de tu existencia minúscula ante una realidad imponente, indiferente, implacable y muda, siéntate a mi lado. Ponte conmigo y empieza a escribir.

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