10806468_1589324344624882_8926103125936701711_n (1)En el bar del club de golf brillaba una terraza con mesitas cuyos sillones estaban orientados al campo. Y ella estaba allí, rodeada de amigos. Es absurdo pensar que me enamorase de ella en ese momento. Estaba tan lejos… Tan inalcanzable. Sin duda ya me había fijado en ella antes, pero fue en ese momento, viéndola así de diminuta, por allá, donde los últimos hoyos, cuando tomé conciencia de lo mucho que me gustaba. Casi no se la veía, pero yo no dejaba de mirar hacia allí. En el bar sonaba una música bastante animada y a buen volumen, pero yo creí poder escuchar su voz y su carcajada cantarina. Estaba tan graciosa, con sus bermudas y su palo de golf, bromeando, o al menos, eso suponía yo… Y claro, ¿sabes qué? Me levanté de la mesa, porque uno debe saber resistir a estas atracciones. No hay que dejarse subyugar a la primera, no se puede sucumbir de semejante modo, así que pagué mi refresco y fui directo a preguntar el precio de unas clases de golf.