Aquellos días, que fueron los de las heridas abiertas y del alma en carne viva,  tuvieron algo positivo para él. Aprendió a refugiarse en su profesión cuando las cosas no le iban bien. Había muchos consejeros complacientes, como yo mismo,  que le decíamos que la solución a su tristeza era esforzarse menos y centrarse ahora en divertirse más para olvidar. Pero él siempre tuvo claro que la clave era trabajar más y divertirse mejor. Y darle tiempo al tiempo. Y así fue como el sufrimiento le fortaleció y le permitió afianzarse en su vida y en sus proyectos.