Tú pensarás que lo dijo Aristóteles, pero esto que voy a enunciar, esto que estoy a punto de formular solemnemente, es una aportación ontológica mía, para iluminar a mis contemporáneos.

Veréis. Las materias esenciales de las que todo en el universo está compuesto, son solamente de cuatro tipos: el ser, el no ser, el poder ser y el ser tranchete.

Yo, por ejemplo. Hoy, toda mi materia se ha trasmutado y me he convertido una vez más en el ser tranchete. Diréis que ya empiezo a excederme con los tranchetes, que es algo recurrente en mí. Realmente es un SOS. Un mensaje en una botella arrojada al mar de las redes sociales. A punto he estado de decir proceloso mar.

Habréis visto visto una película de las que en blanco y negro llevaron al público la novela de R.L. Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Cuando se transforma le sale barba y pelo por toda la cara y por las manos y los dedos. Por eso algunos tenemos un cierto lío entre los hombres lobo y Mr Hyde. Las transformaciones en hombre lobo se caracterizaban en las películas de antes de los sesenta en que se miraban las manos mientras abrían las fauces para lucir la colimillería. Así, acercando las manos convertidas en zarpas al morro del lobo la cámara ya nos mostraba suficiente para demostrar su animalidad. A mí las manos no me cambian como a los licántropos y a Mr. Hyde, pero la barba creo que me crece más rápido cuando me convierto en el ser tranchete. Ya os lo conté hace mucho, y hace poco también, porque yo siempre repito mis chistes, como hacemos todos los pesados. Este mes me quedo solo en casa, es decir, me quedo de Rodríguez, y entonces me alimento de tranchetes, ese elemento tan esencial de la materia.

Pero volvamos al paralelismo con el doctor . La historia empieza con que el doctor Jekyll puede controlar sus transformaciones en el malvado Hyde alternando una fórmula magistral y su antídoto, pero llega un momento en el que las transformaciones operan de modo autónomo, en momentos de ira, por ejemplo, y con trágicas consecuencias. Bien, pues a mí me viene sucediendo igual. Yo ya me convierto en ser tranchete sin comer tranchete ni nada, solo de pensar en lo solito que me voy a quedar en Madrid sin mi familia. Y me da miedo. Al final de la novela, se oculta a la prometida del doctor que él mismo era el terrible Hyde. Se le dice que Hyde ha asesinado a Jekyll, lo cual es un colofón redondo en una novela sobre el bien y el mal. El mal que habita en todo hombre puede llegar a asesinar nuestra personalidad humanizada, civilizada y moralizada. El mal es autodestructivo, parece decirnos Stevenson.

Pues si el doctor comprobó que se convertía en Hyde sin tomar su dosis de la pócima correspondiente, yo ya no necesito tranchete, ni soledad veraniega en la ciudad. Solo el calor, hace que me crezca deprisa la barba de ser tranchete y siento que puedo perder ese porte y esa prestancia que me viene caracterizando. Tengo miedo de que el ser tranchete acabe por asesinar a Brossa.

¿El ser tranchete asesina como Hyde? Sin duda nadie puede dejar de formularse esta misma pregunta, temblando al imaginar qué tipo de estragos puede producir el ser tranchete por ahí suelto.

Responderemos a esta pregunta después de la publicidad a los que quieran apuntarse a mi taller con un 25% de descuento. Pero pienso que Brossa te necesita estos días. Está deseando que le salves del ser tranchete que anida agazapado en su alma.