Hace mucho tiempo que decidí desafiar. Ya fuera para perder o para ganar, desafiar, siempre desafiar. Claro que mi estilo de desafiar es un poco original. No voy a molestar a nadie con mis retos. Nunca he hecho un daño que no me lo hayan hecho a mí primero. Desafió a todo aquello que previamente me ha atacado. Incluso cuando es superior a mí. O bien a lo que supone un reto. Nunca seré demasiado cruel, aunque he advertido que hay gente a la que esa manera mía de ser, descuidada respecto al mal que me amenaza, le indigna. Como en mi relato de los disparos en mi casa. Mi aspecto es el de un hombre sin agresividad. Soy un detector de mediocres, que son aquellos que creen que me pueden zarandear y que por algo lo desearán.

Pero decía que desafío cuando me parece conveniente incluso a lo que es superior a mí. Facebook es superior a mí. Ya he explicado que Facebook un día me cerró el perfil de un modo que me pareció arbitrario. En poco tiempo superé en mucho, partiendo de cero, el número de seguidores, que ya se acerca a los 10.000 y, aunque eso no sea nada comparado con la inmensidad de los océanos digitales, yo estoy contento por la cantidad y calidad de tantas personas. No digamos por el tráfico de la web, desafiosliterarios.com. Acepté el desafío. ¡Me estimuló el desafío! Como en esos chistes de maños. ¿Cómo meter 50 aragoneses en un seiscientos y cerrar la puerta? Fácil: hay que decirles que es imposible.

Para llegar a este año en que escribimos peligrosamente ha sido necesario unir voluntades. Les mostré mis sueños y unieron los suyos. Eran gente diversa. Ese es una de nuestras muletillas cuando hablamos de nosotros mismos. “Todos somos distintos”. Sin embargo, hay cosas en común. No es gente contaminada por malas emociones. Esas que nos producen la envidia, o de las propias frustraciones. Somos otra cosa, decía yo.

Un día, hablaba con una de estas excelentes escritoras y le pregunté qué opinaba de Desafíos Literarios. Su respuesta fue ésta. “Es algo precioso. Es tan bonito que tiene que acabar en tragedia”. Por el momento creo que todos seguimos demostrando poseer esa palabra que yo estoy mencionando mucho últimamente: grandeza. No nos ha atacado la mezquindad, ni la miseria, ni la vulgaridad. En consecuencia, seguimos juntos. Unidos. Espero que para siempre. La filosofía de Desafíos Literarios consiste en que cada uno sea uno mismo y compita consigo para superarse, no contra los otros. Los otros están ahí para que les apoyemos. Alejarse de envidias, de celos, de egoísmos o de egocentrismos, que en el mundo de los escritores pueden ser lo peor. Es una filosofía de crecimiento personal. Respetar nos hace crecer. De quien no se respeta, no se aprende. Respetarse a uno mismo es lo importante, y pasa por no hacer nada de lo que no te puedas sentir orgulloso, que no empeore el concepto que tengas de ti mismo. Agrandarnos por dentro para poder escribir desde dentro. Estar a la altura de uno mismo, hay que lograrlo, porque es: o eso, o degradarse. ¿Somos escritores? Pues entonces somos también románticos, o intelectuales, o sensibles, o apasionados, o pensadores, o idealistas, o soñadores, o filósofos. Somos éticos, lo sepamos o no. Algunas veces no lo notamos ni en nosotros mismos. Pero sí. Trascendemos. Por algo escribimos… Esto no es cuestión de afán. Es otra cosa, como nosotros, que somos otra cosa. Seguimos siendo otra cosa y siempre lo seremos.

Me preocupa ese momento en que alguien cree que no se siente suficientemente querido. En realidad, yo sé que ellos (vosotros) saben que sí que se les quiere, pero algunas veces, cada uno necesitamos sentirnos, no solamente queridos, sino los más queridos; el más querido. Al menos a mí me pasa.

Yo trato de querer a todo el mundo de un modo distinto, para poder decirles mirándoles a los ojos que son los más queridos a su manera especial. No sé qué más puedo hacer. Ojalá supiera. No quiero provocar sufrimiento a nadie ni generar despechos contra mi persona. Esto crece y es cada día más difícil mantener las relaciones particulares con cada uno tan estrechas como en los primeros tiempos. Aunque quien piensa que me quiere, lo comprenderá. Hemos multiplicado casi por dos el número de autores y ahora vamos a hacer mucho más con muchas más personas. Y la verdad es que quiero a todos. No quiero perder a ninguno. Sé darme cuenta de que estoy en el Paraíso mientras lo estoy disfrutando, no como otros, que solo lo reconocen cuando lo han perdido, como bien señala mi admirado compañero de juventud, Hermann Hesse. Qué error tan frecuente.

Me preguntaba uno de vosotros un día si era de la opinión de que todo el mundo es en cierto sentido estúpido. Le dije que todos tenemos sobrada inteligencia para saber cuándo hacemos una estupidez, pero no tanta como para evitar cometerla. Muchas veces hemos “llorado” todos por incurrir en errores que siempre supimos que lo serían. Al menos yo. ¿Por qué reflexiono sobre todo esto en un momento tan dulce como éste, que es de triunfo dentro de una línea recta de batallas ganadas? Porque me doy cuenta de que ahora el desafió será mucho mayor, y se llamará mantener el clímax permanentemente. Desafío para todos nosotros y no solo para mí… Mantener el clímax permanentemente. ¿Será eso posible? ¿Será sano? ¿No nos provocará algún tipo de escozor tanto ajetreo emocional? ¿Podemos pasar una vida gruñendo o gimiendo sin parar de puro éxtasis perpetuo? ¿Estará esto previsto en el cuerpo humano, que reacciones químicas así sean de tal persistencia y magnitud? ¡Menudo desafío!

Leo los comentarios de mis compañeros desafiantes, en los que se habla mucho de cariño, de amistad… Yo eso ya lo sentí antes del Libro1, mucho antes de aquella inolvidable presentación. Tan inolvidable y fantástica como la de este año. Ahora estoy construyendo algo que requiere el mismo entusiasmo, pero más voluntad. Persistencia en las ideas y en los sentimientos, es lo que da sentido a las vidas. O persistimos o deambulamos. No vamos a lograr nada extraordinario sin ser extraordinarios y sentirnos así. En positivo me gusta más: para lograr algo extraordinario, tendremos que ser extraordinarios nosotros mismos. ¡Vaya, ya hemos logrado algo impresionante! Se trata de conseguir más, no solo de mantenerlo. Y para ser de ese modo, debemos entregarnos a nosotros mismos, a crecer como escritores y a apoyarnos más. Debemos abrirnos a que todos sumen, integrar a más personas, a más talentos.

Gracias a estas metas, y no pese a ellas, veo el futuro con serenidad, pasión y optimismo, porque sé que no hay un desierto mayor que el que ya he recorrido con vosotros. Con vuestra ayuda.

Resumiendo: ¿la presentación del 10 de marzo? Fantástica, y todo gracias a vosotros. Pero ya está. Ahora, a por la siguiente fase.