Lagartija-EFE

Mis cejas comenzaron a despoblarse. El proceso era lento. Creo que solo yo podía percibirlo pero mis uñas crecían como garras y mi piel se cubrió de escamas. La mutación había empezado y yo solo deseaba que fuera más rápida y profunda para obtener pronto los réditos de mi nueva animalidad. La causa de mi transformación en reptil no era la noche, ni la luna tampoco. No era una pastilla, ni la fuerza de un rayo. Mi secreto era ella, que me ponía de mala leche. Ese era el motor de mi metamorfosis: solo era ella.