Estoy descubriendo algo nuevo para mí. Es el placer de la artesanía. Trabajar honradamente con la madera, lijándola una y otra vez. Oler la madera… Percibir con las yemas de los dedos su grado de flexibilidad y dureza. Hacer los orificios con cuidado y luego soplar fuerte para que el polvo de serrín se escape. Medir, marcar con el lápiz. Recortarla del modo más exacto posible. Golpear con el martillo sin excederme en la fuerza y dando solo los golpes imprescindibles. Mirar con un solo ojo los lados de una tabla para cerciorarme de que están perfectamente rectos, y si no lo están, volver a lijar. Cincelar,  tallar… Barnizarla, y esperar hasta secar con unas cervezas, un cansancio merecido, satisfecho, una bombilla de luz suave, una ventana y un atardecer. 175954499Y volverla a ver, por fin, al día siguiente, alegre por el reencuentro, ¡a ver qué tal estás hoy! para terminar de dar la segunda capa con un suave vaivén de muñeca. Hago el amor a la madera porque la quiero, porque es noble y buena y hasta sus nudos, y defectos me gustan, así,tal cual. Y como cada vez la conozco mejor, puedo tratarla con mayor cariño aún cada mañana. Con ella mis manos se hacen cada vez más firmes y duras, pero  al mismo tiempo, menos torpes. Más comprensivas. Sí, claro que sí. Existe algo entre ella y yo. Siento que me comprende. Hay una confianza entre nosotros. Quiero convertirme en un honesto artesano de este material noble, que procede de los troncos, que son vida, tranquila vida, de crecimiento imperceptible y gigantesco, testigo inadvertido, pero de larga y fructífera vida, que al final, perdura después de arrancada. Cuanto más la trabajo, más sabio siento que soy. Como si siempre hubiese sido carpintero, quiero envejecer así, contigo. Si no logro hacer una barca, mi nave serán el taburete y la estantería. Da igual: yo sabré sentirlo del mismo modo. En ti, madera, sea como sea, pondré mis últimos sueños de surcar los mares.