Siempre he pensado que la vida de la gente empieza cuando sale del trabajo. No quisiera dar la impresión de que tengo una mentalidad poco entusiasta respecto al fenómeno laboral, pero sin duda el tiempo que se pasa trabajando, cuando se hace conforme a las reglas de otro, en la casa o en la empresa de otro, es una parte de la vida que se presta. Aceptar obligaciones, sean profesionales, familiares, sociales, es como perder o ceder parte de nuestra vida a los demás. Un sometimiento. Considero valientes a aquéllos que consiguen resistirse al deber, así como a los que, a pesar de aceptarlo, logran construir su propia vida, la que les corresponde o desean y no un sucedáneo. A los que no logran ninguna de las dos cosas, les queda poco tiempo entre la hora de salida y el sueño. El tiempo siempre pasa fugaz, y a ellos más. Parece un fraude.