Hace unos días vi un documental sobre pintores surrealistas. Creo que duró unos cuarenta minutos. Nombraron quizás a unos cuarenta artistas y de todos dijeron que eran fabulosos. Hasta que llegaron a Dalí. Dijeron que era un falso surrealista, que no era bueno, «aunque dibujaba bien», que no era original -con la «orginalidad» que disfrutamos desde hace 100 años que llevamos de manchar lienzos, que ya ni provoca escándalo. Se metieron con su vida sexual, le atribuyeron mil traumas personales… Lo despreciaron sin piedad. Pero lo más sorprendente es que hablaron más tiempo de él que de nadie. Quizás le dedicaron unos diez minutos de los cuarenta y usaron los treinta minutos restantes para mencionar a todos los otros.

Estas cosas llenan mi cabeza de preguntas:

¿Por qué hay que hablar de alguien si supuestamente no vale nada y no tiene ningún interés?
Y además, ¿por qué hay que hablar durante tanto tiempo? ¿No estaba tan claro que era malísimo?

Modestamente daré mi opinión. Creo que el problema del autor del documental con Dalí no es que éste no le guste a él sino que sí que le gustaba a mucha gente. O a todo el mundo. Su genialidad era clara y eso impide que algunos puedan «explicarnos» el arte, como quien descifra algo oscuro convocando a los espíritus. No hay intermediarios posibles entre un cuadro de Dalí y la emoción de los que lo contemplan. Pocos pintores logran eso. El mensaje del documental es: atención, señores. Que nadie se fije en Dali, que Dalí es muy malo. Pues eso desde luego, sí que es surrealista y freudiano. Qué gran reconocimiento implícito. A algunas calles de Cataluña les están quitando el nombre de Dalí, dado que no era precisamente separatista. Quizás pondrán ahora el nombre de Tardá o Rufián, o Mas o al otro, el del análisis del ADN. Quo vadis, Cataluña?

Pero no creo que su españolidad fuera el problema. Más bien su grandeza. Parece que algunas personas tienen una relación contradictoria con la gente a la que ¿no valoran? ¿o sí que la valoran y mucho? Están pendientes continuamente de ellos y su mayor esperanza es poder denigrarlos. Ahí están los llamados programas del corazón. Son un fenómeno parecido que consiste en destrozar la intimidad y la dignidad de alguien por el mero hecho de ser conocido. Millones de personas se degradan viendo estos programas malsanos y miserables.

No es fácil ignorar a Dalí. Su narcisismo y sus bigotes velazqueños indignan a los mediocres. Como sucedió con otros grandes pintores, no solo sus cuadros, sino también su vida, y su personalidad fueron obras de arte. Su trabajo fue gigantesco, creativo y genial y no sé por qué a mucha gente le molesta. Por cierto, escribió poco, pero de maravilla. Leí unas palabras sobre su tierra que me encantaron. Y también un libro recopilatorio de frases suyas, a cual más brillante.

No, no es fácil ignorarle. Eso es una cruz para algunos críticos. Yo a los que disfrutan (o disfrutarían) viendo fracasar a las personas que valen más que ellos les daría un consejo: Si no te gusta Dalí, vive sin Dalí. Dalí vive perfectamente sin ti.