Correr más, para que la vida no me canse. Descubrir un lugar nuevo, y un diferente paisaje. Dejar atrás los pueblos que no me estimulan y aquellos a los que yo no puedo ni tengo derecho a esperar que cambien por mí. Olvidar lo ya sabido. Emprender otra historia desde cero. Resucitar después de muerto en vida. Tomar fuerzas. Lanzarme de cabeza a bucear y luego salir a calentarme al sol. Volver a sentir mis latidos cuando brillen los charcos o las olas. Sentirme fuerte al gritar. Recordar vagamente primaveras anteriores, con cada tarde de sol y yerba. Soñar en un instante con esa chica a la que estoy viendo andar. Conducir con la ventanilla abierta. Meter la mochila al tren. Conocer gente que valga la pena. Devolverle la sonrisa a una buena ensalada. Leer en una terraza. Conversar sin parar. Poner la música a todo volumen y cantar hasta enronquecer. Amar sin sabores amargos. Apostar por mí y ganar. Cavar un túnel para meterme en la cárcel. Dejar cosas atrás, muy lejos, correr, olvidar condicionantes, y no perder ni un minuto con quien no me quiera apreciar. Tomarme un güisqui en la cueva del dragón. Ser perdonado. Beber de la botella casi helada. Mentirte por diversión hasta sacarte un beso. Enfrentarme con aquellos tíos, y con razón. Anudar tu pañuelo en mi lanza. Fregar platos y cantar con mis hijos. Reírnos mucho porque es increíble lo mal que canta el pequeño. Bajar la cuesta larga en bicicleta sin frenar en las curvas. Dormir con la ventana abierta. Remar hasta que me duelan los brazos. Tomar tu cara con las dos manos y observar tus labios. Escribir. Esperar bajo una marquesina a que pare de llover. Aprender de una vez a dar una voltereta como Dios manda. Darle una buena lección a alguien que se lo merezca. Ser monje tibetano durante cinco o seis años. Ducharme placenteramente antes de meterme en la cama. Sentirme flotar. Ver series de televisión de cuando era pequeño. Desayunar al aire libre. Conocer el sentido de mi estado de ánimo. Soñar nuevas etapas, y abordarlas después. Darnos un solo beso de veinte minutos o más. Aprender un deporte nuevo. Reflexionar sobre la palabra fervor. Recorrer el mundo en autostop y ejercer de trovador. Chillar cuando hace mucho viento. Saber apreciar lo que tengo, y que seas tú. Volver a disfrutar jugando a las cartas. Olvidar mis errores. Caminar sobre la barandilla del puente. Sonreír pensando en no sé qué. Hablar en morse. Elucubrar, acompañado o no, hasta las cinco de la mañana. Volver a casa al amanecer. Ducharme con agua fría. Dormir la siesta con mi cabeza sobre tus piernas y pensar en el siguiente objetivo. Escuchar el sonido especial de tu hablar cuando pongo mi oreja sobre tus pechos. Quedar una tarde y pasar doce horas contándonoslo todo, sin habernos dado cuenta. Tumbarme junto a los pinos con las manos en la nuca, y ver desde abajo las ramas y el cielo.

Abrir los ojos y ver la realidad. No poder soportar la realidad. No resistir más la realidad.

Huir, cambiar. Correr mucho más para que la vida me canse; para que la realidad no me alcance.