pipasMi hijo me ha dicho que no le funciona la WII. He seguido la senda del cable hacia el enchufe y efectivamente, estaba suelto. 
– Oye, pollito, voy a correr el mueble. Tú que cabes, te metes y me acercas ese enchufe.
– ¡Vale, Papi!
El pollito se metió a gatas por un hueco que abrí en la estantería:
-¡Jo, Papi, mira lo que he encontrado!
Salió hacia atrás de entre los muebles y me enseño sus tesoros. En sus manos sucias había una pinza de madera de tender y dos pipas.
– ¿Fumas en pipa?
– Ya no. Lo dejé, hijo. Esta era de mi padre. Y esta es la mía. No la chupes. Quién sabe cuanto tiempo llevan allí.
– Ha sido muy chuli, Papi. Como una peli de egipcios.
– Como entrar en las pirámides, ¿verdad? Mañana se lo cuentas a la señora que limpia. Anda, arqueólogo, dámelas. Voy a lavarlas. Ya tienes arreglada la WII.

Esta noche, después de cenar he ido a mi despacho. He abierto un cajón y he extraido las dos pipas. He estado mirando un buen rato la de mi padre. He abierto la ventana. Finalmente he metido la pipa de mi padre en una caja de madera, la que él usaba para guardar el tabaco. Después he tomado la mía, y sin fumar me la he puesto en la boca y he estado mirando por la ventana la calle vacía y el cielo oscuro, enorme, mudo, sin percibir que la noche aún era fresca en abril.