Desde que la vio llegar a la oficina se fijó en ella. Pero la vio casi inalcanzable. Le gustaba demasiado como para poder conseguirla. Pero luego, todo resultó tan fácil… Pedirle una calculadora primero. Invitarla a un café de la máquina horrenda del pasillo. Bueno, ¿y por qué no un café como Dios manda en el bar de abajo? ¡Vale!

A partir de ahí el café diario. Pues hay un sitio que hacen un café sensacional. Lo que pasa es que por las tardes sales mucho antes que yo. Pero si un día te quedas… Una mujer de cierta edad no puede hacerse la despistada y reconoce las señales, y reconoce que las reconoce, sin más tonterías: pues igual me quedo hoy mismo, que quiero quitarme tareas de encima y así salimos juntos para que me enseñes esos cafés tan ricos.

Aquella tarde el despacho de ella fue visitado por sus compañeras a medida que se iban a casa. ¿No vienes? ¿Por qué te quedas hoy? ¡Qué pesadas! A más de una le pareció que había gato encerrado. ¿A dónde irá, que no nos lo cuenta? ¿Se quedará por alguien? ¡Igual pensaba que ellas se chupaban el dedo!

La tarde ya terminaba. ¿Te falta mucho? ¿A mí poco, y a ti? A mí también poco. Y desde allá fueron caminando por la calle de la fábrica hacia abajo. La normalidad era la mejor manera de disimular. ¡Ah, pero…! Si realmente todavía no habían incurrido en nada que hubiera que ocultar. Pues no, pero como ambos lo tenían en mente…

Sin parar de charlar y de reír llegaron al local. Realmente no existía ese café tan especial. Este es el café tipo antiguo que te decía. ¡Pues es chulo! Sí. Y la música suele estar bastante bien.

Era oscuro, y había mucha gente de pie. Son circunstancias en las que se sentirían mejor resguardados. Ahora ya te lo he enseñado, pero ahora yo me voy a pedir una cerveza mejor, con este calor… ¡Vale, y yo!

Las risas cada vez eran mayores y antes de la segunda ronda de cañas él le tomó la cara en las manos, ella sonrió, y él le dijo, perdona, como si le pidiese permiso para quitarle una miga de los labios, pero en realidad solo era un beso. Y se lo dio, o se lo quitó, según se vea. Ella siguió sonriendo y él continuó besándola. Esa misma tarde, al sacar el coche del garaje, empezaron una fiesta de mayor envergadura, antes siquiera de abrir la puerta del viejo todo terreno, para mejor distracción del vigilante que los observaba en el monitor de vigilancia. Y ya dentro se vaciaron de todo lo que llevaban dentro retenido durante semanas de sueños, deseos, expectativas… Tuvieron luego el problema de tener que volver a pagar algo más de tanto que se demoraron.

Y a partir de aquello, empezaron a frecuentarse. Él, viudo. Ella, abandonada. El gris, ella vistosa. Lo pasaban bien los dos. Quererla era absurdo. Ya no tenían edad. No se presentaron a sus respectivos hijos. Sin embargo, eltiempo pasaba como por descuido, una semana, otra, un mes, otro, otro más… Ya deberían estar hartos uno de otro. Pero algo estaba fallando.

Aquel día, no vino al trabajo.

La llamó. Varias veces.

Al día siguiente siguió sin venir al trabajo. De nuevo la llamó y trato de ponerse en contacto con ella en todos los medios tecnológicamente posibles, pero como el día anterior, sin ningún éxito. En el trabajo se hacía el despistado ridículamente, de modo que cuando alguien le preguntaba si sabía algo de ella, el contestaba. ¡Ah, pues es verdad! ¿Sabéis algo de esta chica?

Pasaron cinco días. Él empezó a poner finales poéticos a aquella ausencia sin despedirse. Esto tiene que acaba en que ha fallecido, o que se ha ido con otro, o ha vuelto su marido… en cualquier caso el quedaba solitario, descubriendo que había habitado en el paraíso realmente cuando le habían echado de él.

Pasaron casi quince días. Hizo gestiones para saber si había muerto o desaparecido. Montó guardia varias noches en su portal. Le hizo honor de emborracharse varias veces en la whiskería que había próxima a su casa. Allí conoció un día una mujer, también muy atractiva que le preguntó si podía jugar a los dardos con él y sus amigas les dejaron pronto a solas. Mira que, ¿si me enrollase con su vecina? Se lo merece por desaparecer así. Pero ¿Qué estaba diciendo? Ella jamás haría eso propósito. Algol le había tenido que pasar. Todo iba bien, pero… comparado con Ella, no tenía ninguna gracia. Su conversación era aburrida, no le interesaba nada. ¿Qué le habría pasado? Su nueva amiga hablaba sonriendo mucho, pero a él la mirada se le quedaba en los hielos de su gin-tonic, pensando en Ella. Y de pronto notó que no podía más. Perdona, pero me voy. Otro día seguiremos quizás, pero hoy no me encuentro bien. Y allí quedó, humillada la vecina de su amor

Al día siguiente comentaría con la empresa que aquel caso era raro y que deberían averiguar qué había ocurrido. La excusa sería la necesidad de sacar adelante el trabajo de la empleada desaparecida y tomar si era preciso la decisión de buscar una nueva empleada.

El director le escuchó atento, con una expresión rara, entre la risa y la pena. Pero hombre de Dios, qué me estás contando, le dijo el director. Todos saben que sois más que amigos. Os han visto por aquí y por allá. Deja de ir haciendo como que no sabes nada.

Le resultó ofensivo que además le preguntase si sabía él si pensaba volver…

Un buen día ella volvió al trabajo. Todos la rodearon y le preguntaron, excepto él. Había estado en coma tras un accidente. Todas sus explicaciones le resultaron poco convincentes. La gente se asombraba por lo sombría que era la mirada de él.

Por fin, Ella le propuso tomar un café. ¿De la máquina del pasillo? Daba igual. Allí mismo, ella dijo no sentirse completamente idiota. ¿Y? No podía ser que él la estuviera utilizando y no se diera cuenta. Ya la habían abandonado una vez. ¿Cómo se había encontrado él sin Ella todos esos días? Muy mal. ¿Entonces?

Apenas titubeó. El domingo te presentaré a mis hijos, fueron sus palabras.