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Todo lo que ella dice suena bien. Me hace abrir más los ojos y me temo que hasta la boca. A decir verdad, me preocupa que su hablar sea como la música, porque ésta, cuando es bonita y está bien interpretada, siempre nos hace adecuar nuestro estado a su ritmo y emoción. A lo mejor su letra es absurda, insidiosa o nefasta y sin embargo llevamos el compás. Hago lo que puedo por liberarme del influjo de aquellas personas que son como la música, cuya gracia y maneras te hacen pasar por alto sus pensamientos y sus hechos reales. ¿Cómo me defenderé de su risa? Al menos sus palabras las puedo analizar. ¿Pero qué hago con su risa?