mensaje_en_una_botella

Éramos niños y  estábamos jugando junto a la playa cuando vimos una botella de refresco vacía.

-¡No toques eso! -me dijo Luisito.

-¿Qué pasa?

-Que eres un cochino. Mamá dice que no hay que jugar con esas cosas que te encuentras porque no sabes si la ha podido tocar un leproso.

-Me da igual. Me gusta esta botella. La voy a lavar para quitarle la arena. Y además ya no hay leprosos

Y mientras iba a la orilla Luisito me seguía explicando lo temerario de mi acción.

-¡Que te crees tú que no hay leprosos! ¡Sí que hay! ¡Y tuberculosos también hay! Si no te lo crees pregúntale a mi mamá.

-¡Que ahora ya no hay! Eso era antes.

-Además mi mamá dice que te puedes cortar.

-Eso es solo si se rompe, idiota.

-¡Idiota tú! Ya verás si se te rompe.

-¡No se me rompe!

-¡Tú si que eres idiota! Y ahora ¿Qué vas a hacer con ella?

-Voy a mandar un mensaje en una botella, como en las pelis de piratas.

Luisito se rascó la cabeza. Y me dijo suavizando su tono de voz:

-Pero no tenemos corcho… ¿Cómo la vas a tapar?

-Pediré uno en el chiringuito.

-¡Buena idea! Mi madre tiene papel y boli.

Luisito olvidó de pronto sus propias advertencias y salió corriendo a por el papel sumándose a mi empresa. Entre tanto,como la botella estaba mojada decidí secarla con arena caliente. Entonces se me volvió a manchar de arena, lógicamente, y la tuve que volver a lavar en el mar. Finalmente la dejamos secar al sol mientras escribíamos el mensaje bajo la sombrilla de la mamá de Luisito. «Socorro. Nos han secuestrado unos contrabandistas. Necesitamos ayuda». No teníamos una idea clara de lo que era un contrabandista pero pensábamos que debía de ser bastante malo. Entonces metimos el mensaje en la botella de Trinaranjus y el señor del chiringuito nos ayudó a poner el corcho y a taparla bien. Fuimos corriendo, quemándonos las plantas de los pies, hasta que nos metimos en el agua para lanzar la botella lo más lejos posible.

-Mi mamá no me deja pasar de donde me cubre las tetillas.

-¡Qué cagueta eres, con tu mamá todo el rato! Dame la botella, la lanzaré yo.

-¡No! La lanzo yo.

-¡No, trae!

Luisito lanzó la botella muy torpemente antes de que yo se la quitase.

-¡Qué poca fuerza tienes! ¡Vas a ver yo!

Nadé hasta llegar  un poco más allá de donde estaba Luisito parado, que volvía su cabeza para ver si su mamá le estaba observando. Ésta efectivamente hacía señales al niño.

-¡Mi mamá dice que volvamos!

-Espera.

Cuando alcancé la botella yo ya no tocaba el fondo con los pies. Traté de enviarla muy lejos pero, al no tener punto de apoyo, mi lanzamiento no fue mucho mejor, como rápidamente señaló mi amigo. Luego nos sentamos en la orilla a esperar.

-Puede que la botella llegue a América con nuestro mensaje.

-Sí. ¡O a Rusia!

-¡O a Nueva York!

-!Eso es América, tonto, ya lo hemos dicho!

-Pero allí vive Superman.

-¡Hala! ¡Mentira! ¡Superman no existe!

En pocos minutos las olas trajeron la botella hacia la playa a unos metros del agua que lavaba nuestros pies. Un niño la encontró y se la mostró a su hermana.

-¿Ves? No es tan difícil hacerle llegar a alguien un mensaje en una botella -dije -. Si un día me pasase algo pediría ayuda con una botella como hoy. ¡Una idea buenísima! Es lo que hacen siempre los náufragos, ¿sabes?

La hermana del niño trató de destaparla pero como el señor del chiringuito se había empleado a fondo empujando el corcho y la niña no lo lograba, la llevaron a su papá para que se la abriese. Éste miró la botella con aprensión y sin tocarla, les dijo algo que no podíamos oír, señalando con el brazo extendido y el dedo apuntando. Como la estatua de Colón, pero no mirando a la tierra de Superman, sino hacia la papelera. Los hermanos, obedientes, la fueron a dejar allí sin rechistar y volvieron a sus juegos sin darle más importancia.

Nos quedamos un poco decepcionados.

-Bien, hemos comprobado que los mensajes en botella llegan a la gente-dijo Luisito pensativo-. Lo difícil es que te hagan caso.

Y el sol siguió brillando en sonrisas sobre las pequeñas olas, indiferente por completo a nuestra decepción.