Nadie como los partidarios del optimismo para demostrar que vivimos desprovistos de motivos reales para sustentar la esperanza. Su mensaje es tan simple como decir, «es mejor estar bien que estar mal». Seguramente esperan que los incautos digan rascándose el cogote que, bien mirado, a ese enfoque no le falta razón y salgan de allí ya como iluminados corriendo felices y en pelotas por un campo de girasoles.
En realidad, percatarse de la vacuidad de la psicología positiva genera conclusiones que podrían llevarte al suicidio. Si los catedráticos de la felicidad no tienen nada solvente que aportar quizá debamos dar por perdida toda ilusión…
Sin embargo, a los que viven de dar charlas sobre ella, les funciona de maravilla. Es normal que la fomenten mientras no tengan nada mejor que administrar.