La falta de autenticidad jamás me ha sorprendido, Sin embargo, me produce un muermo existencial profundo, un aburrimiento espeso, narcotizante.

Convivir con la hipocresía continua y generalizada es como estar preso y tener que sentarte a almorzar cada día irremediablemente con una banda de groseros y maleducados, que comen con los dedos y no les molesta embadurnarse la cara y las manos de grasa o pringar los vasos al beber. Uno no querría estar allí. Al cabo del tiempo de convivir con esto, si ya logras dominar la aprensión, siempre permanece el hastío.

Y la pregunta que te sobreviene es: ¿por qué se degradan? ¿tan difícil es hacer las cosas de otro modo?