Voy al cine con asiduidad pero no soy cinéfilo. Todo lo que sea ese tipo de poses en las que uno trata de mejorar su imagen siendo (o haciéndose pasar por) expertillo  en algo me parece detestable. Por ejemplo, vas a comer con un señor por motivos de trabajo y pretende impresionarte oliendo el corcho del vino y hablándote de la última botella de Ribera del Duero que encontró en un lugar supuestamente no apto para legos. Si eres un patán no aspires a dejar de serlo,al menos ante mí, dándotelas de experto en vino, o demostrando sibaritismo, o haciendo gala de grandes conocimientos sobre el cine que todos vemos. No eres una minoría selecta. Que memorices actores no me da pruebas de tu sensibilidad y todos vemos las mismas películas en todo el mundo. Tu botella de vino es fabricada en serie junto  con otras decenas de miles y muchos otros la habrán admirado más sinceramente que tú. Resumiendo, yo no voy de nada de eso y no sé de cine. Podría encontrar la película a la que me quiero referir en google, pero me da pereza. Qué quieres, soy procrastinador. Nobleza obliga. Me da igual no parecer muy entendido porque que si os quiero contar la película no es para hablar de cine.

Es una película de extraterrestres. Ese género de películas sobre invasores que van transformando poco a poco a toda la población terrícola en seres sin alma, sin sentimientos, sin emociones. En esa película andaban los humanos obedeciendo órdenes pero ni sentían ni padecían. Porque en los años sesenta, muchos, en todo el mundo, pensaban que el sentimiento era un atraso y el progreso nos haría a todos fríos como ordenadores, como extraterrestres o como alemanes de cabeza cuadrada.

En parte así viene sucediendo. El dicharachero, agitanado, imaginativo y furioso español murió. Permanece silencioso en el autobús, y no pita en los atascos. Se mantiene a dos metros de distancia en la cola del banco. Antes no.  Ahora el español es razonable, tranquilo y borreguil. Indudable es que muchos de los cambios acaecidos en España y a los españoles son muy positivos. Pero sin sentimiento no hay coraje. Algo que no conviene poseer de modo sobreabundante pero que si no se tiene el suficiente no se puede reaccionar ante la adversidad ni de modo individual ni colectivo. Ya buscaré la película otro día para los que la quieran ver y extraer conclusiones. Seguramente no hemos perdido los sentimientos, pero sí la capacidad de reaccionar a causa de ellos, como si pensásemos que son un atraso, ¿Educación? ¿Antidepresivos? Yo no soy médico. Consúltenle a quien lo sea, que yo no quiero ninguna responsabilidad. Pero ¿no sería conveniente reducir las dosis de Prozac de los españoles? ¿No sería mejor volver a sufrir un poco?