¿POR DÓNDE ENTRA EL FRÍO?
¿Cuál es la parte del cuerpo que más nos expone al frío? Hay muchos puntos de vista sobre este controvertido tema.
Durante años se ha tenido como aspecto imprescindible la protección de la zona lumbar. De ahí los tradicionales fajines de los trajes típicos españoles, frecuentemente de color rojo que sobre la también típica barriga agropecuaria del habitante de la península ibérica, generaba una imagen no demasiado liviana. Las fajas pierden terreno con los años, pero todos seguimos usando el cinturón. Ya lo dice un tío de no sé qué pueblo: «yo si me quito el cinturón, estornudo».
Pero, poco a poco, padres y madres llegaron a la conclusión de que los pies jugaban un papel clave. De ahí el célebre: hijo, cálzate de una vez si no quieres que te de una bofetada.
No sería hasta finales del siglo XX cuando este humilde… este humilde metafísico, logra descubrir el punto del cuerpo que debe protegerse prioritariamente del frío para no sufrir catarros. Son los tobillos. Sin duda. El frío entra por los tobillos, lo tengo claro. Y sobre esto puedo narrar miles de anécdotas. Por ejemplo, la que os voy a contar:
Yo tenía veinte años cuando estaba una noche con una amiga en mi coche. Una buena amiga, sin más, nunca habíamos tenido nada más que amistad. Era una zona poco transitada. Estábamos hablando de temas comunes y puse la radio del coche. Empezó a fluir una música dulce, tranquila, amorosa… Ella llevaba una faldita muy ligera, estábamos en septiembre y ya se sabe: calor por la tarde y fresco por la noche. Mi amiga estaba bien, ya me había dado cuenta antes… De pronto los dos nos quedamos callados. La música seguía sonando. Le pasé la mano por un hombro. Ella se me quedó mirando callada, con sus ojos redondos y oscuros. Me atreví a besarla por primera vez. Bajó la cabeza. La volví a besar, y está vez ya nada bajó, todo fue en aumento, incluso el vaho empañando las lunas del coche, que nos aisló del resto del mundo. Tanto fue así, que a los pocos minutos, alargué la mano hasta la palanca del asiento y recliné su respaldo.
-¿Qué estás haciendo? -dijo ella tratando de incorporarse para no quedarse tumbada.
-Ponerte más cómoda, así ¿Ves?.-le respondí empujándola suavemente en dirección al respaldo. Ella apoyó la espalda pero dijo:
-Ya. No, por favor. Vámonos de aquí. Tengo un poco de frío.
-No me extraña. -le dije dándole un beso.
-¿Por qué no te extraña?
-Tus tobillos. No los llevas nada abrigados. Por eso se enfría la gente… -y le di otro beso.
-¿Por los tobillos? -recibía mis besos como dudando…
-Claro, mujer -otro besillo- Proteger los tobillos del frío en fundamental. Deja que te los tape un momento y verás qué diferencia.
Mis manos se metieron bajo su falda y tras acariciar entre los muslos por unos segundos, tiraron hacia abajo de su braguita. Pero como estaba sentada, al primer tirón se resistieron. Al segundo, ella levantó dócilmente el culete y la prenda íntima se dejó llevar suavemente por sus piernas en dirección a sus pies. Mientras ella, tendida, estiraba el cuello para ver cómo se alejaba su braguita de encaje.
-La dejaremos aquí, en los tobillos, para que no te enfríes. Ya verás qué diferencia, con los tobillos así bien tapados.
Volví a besarla.
Al cabo de unos treinta minutos, sacó de su bolso un par de cigarrillos y tras aspirar y soplar con placer el humo de uno de ellos, me dijo la chica riéndose satisfecha:
-¡Oye, pues sí!