Hay una corriente de opinión mayoritariamente extendida según la cual muchas de nuestras necesidades son artificiales, y generadas por la sociedad.

Esto es evidentemente cierto, o al menos yo lo comparto. La necedad está en que, habiendo llegado a esa conclusión, alguien, algún iluminado radical, crea tener el derecho y la capacidad superior para poder decidir cuáles habrán de ser las necesidades buenas que se puedan permitir a los demás y cuáles serán las necesidades que habrá que erradicar por decreto. Sueñan con quitar la moda, los todoterreno, los objetos de lujo y ostentación, lo meramente estético, las televisiones y radios privadas, las joyerías, los vuelos a Estados Unidos… Ellos decidirán, cuando lleguen al poder, lo que será necesario y «necesitable». Las necesidades que ellos no comprendan quedarán eliminadas y el que tenga esos deseos, será quizás declarado enemigo del pueblo.

Esa filosofía demuestra que la primera necesidad que no comparten conmigo es la de libertad, cosa que me preocupa. La libertad de hacer lo que a uno le dé la gana, siendo adulto y sin dañar a nadie, equivocado o no.

Prefiero equivocarme yo a que me obligue a acertar el partido.