10471189_1507307562835619_5308299347115587409_n El día está gris. He dejado la cama sintiendo un fuerte dolor de cabeza. Me he puesto las zapatillas tras palpar el suelo en su busca, escondidas como estaban en la oscuridad de mi habitación y yo con los parpados más cerrados que abiertos. He tomado un café bien cargado y he reunido suficiente energía para ducharme. En este punto, el viento ya sopla suavemente, pero a mi favor. Quiero decir a mi favor, pero suavemente.

El día es gris. Pero he quedado conmigo para ir a cruzar el lago. Un lago estático.

El día es pesado y gris. Pero tengo la superstición de que si muevo los remos, la niebla se disipará. Mi reloj se ha parado. Siempre son las siete menos diez.

El día es desapacible y muy gris. Pero he llegado a la orilla de un lago.
He hundido los pies en un agua sin temperatura perceptible ni humedad. Mis deportivas entran en el líquido como si salieran de un gas. Sin notar algún cambio en los tobillos.

El agua está gris como el plomo. También el día. He subido en una barca, demasiado ancha, inadecuada para el deporte. Pero tengo la esperanza de que, bogando, el esquife se hará más y más esbelto en cada lento paleteo.
Es un amanecer oscuro de niebla que no se levanta. Y comienzo a remar. Ya son las siete menos diez.

Amanecer anodino y gris. Pierdo de vista la orilla, y solo noto una densidad oscura en todas las direcciones. Pero yo remo. Noto mis brazos más fuertes que ayer. Los hombros endurecidos y gruesos. El abdomen más elástico. Mis puños rodeando los remos, parecen de bronce.

Fuera de mí, todo, hasta el lodo, está gris. Pero sigo remando. La orilla no me dijo adiós al verme salir. Pero creo que si sigo remando, lento, despacio, regularmente, cruzaremos las nubes bajas y el día volverá a avanzar con algo más de luz.1919629_1507307422835633_5589368019711472444_n