10169387_724471244263405_448583577_nSufrimos una epidemia de frases huérfanas muy apreciadas por mujeres de mediana edad y otros humanos en apuros. La gente abandona estas palabras como si fueran globos, esperando verlas elevarse hacia el cielo infinito para que, de paso, tiren del débil espíritu de supervivencia del hombre actual. Y tal como sucede con los globos, que nunca sabe uno dónde y cuándo cayeron de regreso a pisar tierra, estas pretenciosas declaraciones parecen desintegrarse por el camino, en algún lugar de la atmósfera sin que les oigamos hacer pop. Frases  de padres desconocidos, manoseadas y prostituidas, muy categóricas todas, y supuestamente motivadoras; enunciadas como si fueran la clave para salvar el mundo. De duración efímera porque nada sabemos de su contexto, ni a qué razonamiento completo pertenecen o qué filosofía exponen. Con la cabeza hueca, el humano más informado e inconsistente de la historia, lanza sus globitos a semejanza de sus cráneos, llenos de aire o de un gas todavía más liviano, de menor peso aun. La única esperanza es recibir la sonrisa de otro infeliz que aplauda y obtener el apoyo de una ilusoria lucidez, y con ese ánimo, poder pechar con un tiempo al que todos creemos que algo le falta. En realidad le falta mucho y le sobra casi todo a esta civilización del nuevo patán. Tan informado y tan confundido.  Así de perdido.