Hay un yo más consistente. Sin tanta tontería. Otro más dicharachero. Me gusta más el serio. Pero me lo paso mejor con esta otra identidad superficial y alegre. Otra de mis personalidades es la de muermo, y víctima de atropellos. Infeliz y pupas. Este se parece mucho al tímido, aunque el tímido tiene mucha más miga… Y es generoso. Luego está mi mente de científico racionalista. Es una de mis favoritas, pero ¿a quién le interesa? Supongo que ya conocéis al soñador, cuya mirada se funde con el mar y traspasa el horizonte hasta alcanzar a tus ojos. Eso por lo menos.

Luego tengo dos personajes que riñen por tomar el control. Uno es el adolescente. Fundamental para conocerme. Es de lo mejor que tengo. Pensarás que al adolescente se contrapone el adulto. Te confundes: el que lucha con el adolescente es el niño. Con el niño juega aveces el padrazo, que  solo va con mis hijos, claro. En algunos aspectos no da la talla pero en otros se esfuerza en ser verdaderamente cariñoso y especial. A este le acompaña un sacerdote moralista algo cargante, el cuál discute mucho también con otra firma de cuidado: no sé si es seductor o ligón. Depende. Digo yo que tirará hacia hortera, como la canción aquella del que fue paloma por querer ser gavilán. ¡Ay,amiga! Lamentable muchacho, pero tiene mucho de bueno verle cómo desafía el paso de los años. ¡Y cuánto bien hace… ! Pero luego el fiel no le permite pasarse  nada de nada.

El adulto rara vez hace acto de presencia. No se mete casi, pobre hombre. No nos soporta a algunos de nosotros, como por ejemplo al enamorado, al soñador… Con estos tiene poco que ver. El adulto se lleva bien con el ejecutivo, pero más por respeto que por afinidad real. Con estos dos suelen salir a charlar mi faceta realista. Un tipo a la vez cínico y descarnado. En lo crudo coincide con el melodramático y con el pesimista. ¡Vaya par! Si los ves, sal corriendo. Quedan a veces a comentar las noticias con mi yo del sentido del deber: el responsable.
El muermo que he mencionado antes es otro, pero no te creas que le aceptan del todo.
Algo tiene en común con el trabajador incansable. Siempre recriminando al procrastinador, un tío muy bohemio que  últimamente me resulta francamente molesto. ¡Con lo bien que me he llevado siempre con él! Pero nos estamos distanciando…
No le quites la vista al elocuente. Piensa bien, se expresa mejor, es contundente, ecuánime y sin embargo justiciero. No viene para cualquier cosa…
En fin, como he empezado diciendo, hay un yo más consistente y sin tanta tontería. Pero es muy caro de ver. Ojalá viniese más, y así te lo podría presentar.

12 hombres sin piedad