10430374_1495844970648545_7490454924951864270_nAquel perro había pasado de deambular a huir. Los perros sin hogar son perseguidos, no para otorgarles una casa y un buen amo, sino para darles muerte. A aquel que nace desafortunado, la vida le tiene reservada siempre mayores desdichas sin límite. El perro no puede expresarse con palabras, pero sí mirar con ojos de miedo y pena y también notar que el corazón le late agitadamente y que el estómago se le encoge.  Huele el peligro que le acecha. Esos golpes en el corazón los provoca la certeza de que la muerte se ha fijado ya en él y le está persiguiendo. Que la vida está en su contra y en favor de la erradicación de cualquier tristeza vagabunda y suelta. La operación limpieza le está cercando para eliminarle. Mira con tristeza porque un perro no puede evitar su tragedia y sabe que, del mundo, no puede esperarse otra cosa que indiferencia.