Da miedo superar una etapa. Es peor que abandonar tu país o tu casa porque no se puede regresar nunca a un tiempo pasado. Solo puedes transitar por él, como un muerto viviente, hasta cortar un día de modo definitivo. A mí ese estado de reliquia incorrupta me gusta. Siento ese apego que está tan mal visto por los partidarios del presente. Prefiero y siempre preferiré la triste melancolía al supuestamente saludable olvido y a la felicidad artificial, aséptica, funcional y fría como una clínica. No hay significación en ese sucedáneo de alegría. No quiero desatender mis viejos sueños, aunque quizás ya no valgan para nada. Son mi religión. Mi camino me sigue aportando momentos especiales. Algunas veces buceo en el gris azulado de la niebla. Otros bajo un sol feliz, brillante y eufórico. Vivir es eso. Los años tienen estaciones, unas más inclementes que otras. Quiero que el roce del aire, el frío y el calor impresionen la piel de mi frente. No creo que nadie realmente desee pasar su vida dentro de un centro comercial climatizado.

Te invito a vivir conmigo o, mejor dicho, a la vez que yo, porque cada uno estará en su casa. Tengo interés en contarte cómo veo yo esto de tener que existir; que hay una alternativa al optimismo simplón del pensamiento positivo. Que no hay por qué elegir entre la depresión y la idiotez. Que me niego a sonreír sin motivo para sentirme mejor. No hay felicidad en lo insípido, ni placer en lo insulso. Que tengo otro enfoque, otra solución, aunque la vida no tenga por qué solucionarse. La profundidad y la autenticidad conllevan riesgos y costes, pero yo pago contento por comida de verdad y renuncio a la comodidad de alimentar mal mis vivencias con los sabores de experiencias envasadas en un blíster.

He estado ausente. Bueno, por aquí, como siempre, pero distraído. Disfrutando de todos vosotros. De vuestro apoyo, de vuestro cariño, que ha sido tanto que llegó a sorprenderme. Creo que ahora siento añoranza de la perplejidad que cargaba cuando me conocisteis. Vuelvo a ella, vuelvo a mí.

No es una despedida. Al contrario. Es un reencuentro. Siento que al traicionarme un poco a mí mismo os he faltado también a vosotros. Regreso entonces a mi carril, para que vosotros, amigos o desconocidos, podáis volver a montar en mi tren y viajar conmigo.

Os daré un consejo: no abarrotéis vuestros textos ni vuestra vida de metáforas, al contrario de lo que yo hago ahora al deciros que desde vuestra ventana se seguirá viendo mi parcela. ¿Pero no estábamos en un tren? –diréis con razón- Da igual. Desde vuestra ventana se seguirá viendo mi parcela. Si os animáis me acercaré al seto que nos une y hablaremos como siempre y mientras podaremos las hojas, para que nos veamos con mayor comodidad. Reconocedlo, me lo han dicho hace poco y es cierto, soy amigable. Es absurdo que eso no sea lo normal, pero más allá de estos contactos vecinales, quiero decirte que vuelvo a iniciar un viaje interior que dejé a medias un día. Creo que mi trayecto… ¿Otra vez al tren cuando estábamos en la parcela y el seto? …puede seros útil. El que quiera, que me siga. O mejor, que me acompañe y me ayude a descubrir juntos el camino. ¿Quién se apunta a escribir su vida a mi lado?. Hablaremos de eso: de escribir y vivir de modo creativo. De ser, de buscarse, de “desbrozar” pensamientos. De superar etapas o continuar en ellas.