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Hoy no voy a quejarme del frío porque mi deber es dar abrigo. Tendré que inspirar mis humildes letras en alegrías y en esperanzas. O quizás seguir ilustrando penas, siempre que no sean las mías. Mi tarea no es llorar por mí, sino acudir veloz ante el llanto de los míos. Mi tiempo pasará. Hasta hoy no he tenido ni suficiente egoísmo ni auténtica generosidad. En la segunda mitad de la vida, la vida debe cambiar. No queda tiempo para distracciones. Hay que acabar algunas tareas. Alcanzar las metas que todavía estén por cubrir.