Algunas personas aunque admiten sus limitaciones, creen serenamente en su capacidad de aprender y mejorar. Eso las convierte en gente ilusionada, honesta y positiva.
Otros llegan a la conclusión de que su talento es mediano en cualquier campo profesional o personal. Como se sienten mediocres justo por eso lo son sin remedio y su capacidad de mejorar se ve aquejada por una severa esclerosis. Todo esto a su vez les genera un enorme rencor que tratan de compensar conquistando el tipo de logros a los que empuja la avaricia. La mediocridad pone en marcha muchos resortes internos. La falta de talento es productiva. Genera negocios y también mucha corrupción.
Todo Napoleón se sabe en algún sentido bajito. La gente crea imperios económicos, si antes no acaba en la cárcel, por rencor contra el mundo, que injustamente le ha negado algún don que tanto adorna a otros. Y también para poder preguntar a todos con la mirada: ¿quién te has creído que eres? ¿No os creíais más listos que yo?
Una de las mayores fuentes de maldad y de riqueza es la falta de talento o la impresión subjetiva de sufrir esa carencia.
Sin duda la falta de talento en muchas ocasiones, como bien lo dice el texto, es más una sensación subjetiva. Cada individuo posee una virtud, una capacidad peculiar innata, el problema es autoconocerse, descubrirlo, de lo contrario la mediocridad es la forma de vida adoptada como resultado de la baja autoestima. Lo anterior se observa en un gran número de personas que antes de ser autocríticos optan por caminos fáciles como la corrupciíon y la maldad.