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En «The Castle» acabábamos todas las noches de juerga. Ella se llamaba Blanca. Era adicta a la cocaína. La llamábamos Blancanieves. Viéndola, nadie habría adivinado la vida de crápula que llevaba. Blanca no era una colgada, demacrada y famélica. Estaba… muy rica. Ni gorda ni delgada. De de cuerpo generoso y labios dulces. Era muy alta y cuando mis amigos la rodeaban parecían Blancanieves y los enanitos. Manolo pequeñajo y calvo. Juan gordo y con aspecto de turco. Pedro el enano cabrón. Chema con todo el pelo blanco. Félix, el enanito coñazo… Nunca se comían un rosco. En aquellos días me parecían unos amigos estupendos y muy divertidos. Yo soñaba con ella, supongo que como todos, pero me sentía con más derecho a hacerlo. A su lado todos parecían demasiado… ¡Pequeños! ¡Debería darse cuenta! Blanca tenía presencia e inteligencia. Nos llevabamos muy bien, más de una vez la acompañé a su casa y siempre se quedaba un buen rato hablando conmigo, pero mencionando a su novio.
Aquella noche la bruja de su amiga no sabemos qué le llevó ni qué le metió, pero Blanca se dejó de tonterías. La llevaron a un rincón de la discoteca. Estuvo con unos y con otros. Y luego también: estuvo con unos y con otros, pero a la vez. Le hicieron de todo. Al principio parecía reírse. Luego… no sé lo qué le pasaba por la cabeza. Uno de mis amigos me animó a que aprovechase pero el cubata me sentó realmente mal y tuve que salir a vomitar en ese mismo momento. Aquella escena me había llenado el estómago de nervios. Arrojé en un parterre. Después me senté en el bordillo de un portal, y allí me estuve fumando y pasando frío. Me habían faltado cojones para irme a casa. Y antes me faltaron cojones para interrumpir aquello. De hecho, mucho antes me faltaron cojones para terminar de seducirla las veces en que nos quedábamos charlando hasta el amanecer. Ahora lo veía claro. Me deslumbró. Traté de chillar pero…
Tras vomitar, se me pasó de golpe el mareo. Peor fue el efecto de aquella estridente ambulancia que venía hacia mí. Salió personal sanitario corriendo y se metieron en la discoteca. Apoyé la espalda en la puerta de hierro de aquella vivienda y reflexioné sobre la mierda del sitio, mierda de amigos y mierda de mundo. Abrieron la puerta, salieron unos señores y yo me puse de pié. ambulancia_nocheEstaba helado e imagino que blanco como un muerto. Mi abrigo estaba dentro de aquel antro. Quise entrar al Castel y entonces la vi salir tumbada y rígida, medio desnuda en la camilla. Cuando la subían a la ambulancia, la policía ya controlaba la entrada del Castel y se acercaron a hablar con el médico.
Justo en ese instante llegó su príncipe azul. Empezó a chillar, y a besar a su novia. Pero Blancanieves no se despertó.

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