Nada puede admitirse a la ligera. Cada concesión debe ser realizada por algún beneficio personal, bien sea por evitar peores consecuencias, por obtener algún tipo de beneficio. De lo contrario es mejor no ceder jamás.

Este tipo de oraciones resumían lo que un muchacho inexperto iba concluyendo de cada episodio que se daba en su vida. Nunca había percibido la hostilidad en su vida hasta aquella época en la que entró a su primer trabajo, acabada la carrera. Era el tipo de joven con aspecto de seminarista que a todo el mundo provoca un fuerte deseo de demostrarle animadversión. Jorge entró en aquella multinacional preocupado porque le sentase bien el traje, por parecer agradable a todo el mundo, ser muy amable con las secretarias, demostrar ser muy educado, y muy diligente en el trabajo. Todo eso lo sabía hacer de maravilla. En contra partida, era un joven tímido y muy poco espontáneo cuya sola presencia molestaba a aquellas personas con capacidad para entrar en los sitios contando chistes.

Vio la empresa con su logotipo luminoso sobre el chaflán. Una gran puerta de cristal en el centro de un edificio de fábrica vieja, reformada probablemente varias veces. Un aspecto vetusto, poco agradable, algo intimidante. En la entrada no había una guapa recepcionista sino un malcarado guardajurado lo que le confirmó el ambiente fabril de la empresa.

-¿El despacho del señor Marsans, por favor?

-Deme su carnet de identidad y escriba en este formulario de qué empresa viene.

-No vengo de ninguna empresa. Vengo a trabajar aquí.

-¿Y no sabe donde está su despacho?

-No. Es que es mi primer día.

-Ah, vale.

El guarda jurado tomo su carnet y leyendo el nombre tomó el teléfono.

-Marsans. Está aquí un Jorge Burgos… NO, no tiene cita… Es que dice que empieza hoy a trabajar…Eso será. Vale, ahora le digo.

Colgó el teléfono y dirigiéndose al joven le dijo que el Marsans, sin el respetuoso “señor Marsans”, estaba ocupado, y que de momento podría ir hablando con Yunyent.

-No sé quién es.

-De personal. Ahora le llamo.

Volvió a tomar el teléfono.

-Mari. Hay aquí un señor para ver a Yunyent… No, no tiene cita. Es que empieza ahora. Sí, se ve que Marsans no puede ahora y lo que se le ha ocurrido es pasarle el embolao a Yunyent, dijo el vigilante sin importarle que le oyese el “embolao”. Este se quedó mirando con cara de pena cuando le dijo el vigilate.

-También está ocupado. ¿En qué departamento te van a poner a trabajar?

-Marketing -dijo muy deprisa, como quien quiere demostrar que se lo sabe bien.

-Pues súbete al segundo y pregunta por marketing. Y allí me imagino que ya te dirán lo que pueden hacer contigo. Mejor que no cojas el ascensor. Sube por la escalera.

El joven repeinado, con su maletín de cuero recién estrenado en la mano derecha, subió por la escalera de peldaños grises cruzándose con mucha gente que hablaban entre ellos indiferentes respecto a él, que se suponía que era el gran fichaje que en aquel momento hacían en aqulla empresa. Tras preguntar a varias personas, logró dar con el departamento de marketing. Una secretaria bastante entrada en años se le quedó mirando.

-¿A dónde vas? -dijo con acento venezolano.

-Al departamento de marketing.

-¿A qué? ¿Con quién tienes cita?

-A ver a Marsans.

-Está ocupado.¿A qué hora tenía la cita?

-Me dijeron que viniera a las ocho. Es que es mi primer día.

-¿A trabajar aquí?

-Sí.

-¿En marketing?

-De Product Manager.

-¿Cómo te llamas?

-Jorge Burgos.

-La venezolana se le quedó mirando por encima de sus gafas y dijo a las secretarias que tenían sus mesas cercanas a las suyas- Chicas, mirad, tenemos otro pobrecillo que viene al departamento.

Las chicas se le quedaron mirando sin decir nada hasta que una dijo:

-Bueno, éste al menos es bastante mono -dijo una mirando su traje, algo inapropiado para alguien tan joven y su maletín intacto.

El joven, algo cohibido, sonrío nervioso. Le empezaron a presentar a las otras mecanógrafas.

-No sé si decirte que estoy encantada de conocerte, porque significas que a alguna de nosotras le va a caer más trabajo.

A partir de ahí, todas empezaron a especular a quién le tocaría el nuevo. Todas pensaban que lo lógico sería que les tocase a otra, ya que ellas ya tenían demasiado trabajo.

-¿Tú eres tipo yuppy? Aquí para triunfar hace falta ser muy agresivo.

-Sí, tu pareces demasiado comedido.

-Dejadle que ya espabilará.

Y mientras aquel gallinero hablaba de él, solo sabía sonreír, allí de pie.