Yo también he visto esas desoladoras habitaciones. El deterioro de personas y cosas. Es la ruina, que de una forma u otra, nos acecha. Como las cucarachas que se esconden si detectan movimiento, la ruina permanece siempre callada, mirando, espiando mientras nos movemos. Pero nuestra vida la mantiene a raya. Seguir viviendo; amar la vida; dar vida; apoyar la vida de los otros, detiene el avance del derrumbamiento normal de las paredes, porque es afortunadamente lento, salvo catástrofe. En general podemos con la ruina. La barremos cada día sin casi darnos cuenta. Retrocede si nosotros andamos. Es en realidad sencillo. Mejor será no observarla. MIrar hacia adelante y darte un paseo. Yo pago mis deudas con el pasado actuando cada día y confío en que así las paredes se pintarán solas, mis recuerdos no serán dolorosos y mi memoria estará menos desconchada. Eso y darle besos a quien se le debe, mantiene la casa a salvo.

Por si no lo sabes te diré que yo, aunque nunca he puesto un ladrillo en su sitio ni he dibujado unos planos, soy un experto mundial en paredes. Si no te lo he dicho antes ha sido por pura modestia