Yo no soy tecnólogo, pero he de decir que la inteligencia es un concepto que se escurre entre los dedos como el aire y no hay modo de agarrarlo. Te puedo contar que hace ya unos cuanto años, después de que se crease la primera computadora, el mundo científico estaba excitado. La prensa dijo: las máquinas pueden tener inteligencia. Pronto algunos detuvieron la euforia: las computadoras pueden resolver con exactitud problemas más complicados de los que puede resolver un humano sin ayuda, en tiempo record. Sin embargo, eso no es inteligencia. Décadas más tarde, un ordenador ganaba jugando al ajedrez a un campeón mundial. Pero de nuevo dijeron: eso está muy bien, pero no es inteligencia. Este año unos españoles han creado unos robots con sentimientos. Se ponen tristes, sus expectativas mejoran cuando están felices y empeoran cuando se deprimen. El proyecto es muy interesante porque servirá para estudiar los mecanismos de la las emociones humanas, al poder separarlos en una máquina, cosa que no puede hacerse con las personas. Además estas máquinas son capaces de resolver todo tipo de problemas. Preguntando a uno de los impulsores de este brillante proyecto si por fin se estaba llegando a la inteligencia artificial, citó la frase de otro erudito: la inteligencia no se demuestra al resolver los problemas, sino al encontrarlos.

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