Hablo de un viento incómodo. No es una brisa suave. No es un aire fuerte que te despeje la mente. No es el soplo que te ayuda a navegar. No lo es.

Es un viento a golpes, a arrebatos, sin regla, seguidos. Continuos pero también discontinuos. No me obsesiona, pero me irrita. Es la sorpresa permanente. Nadie puede acostumbrarse. Golpea las ventanas, llama a la puerta. Te pide atención a todo, porque todo lo puede tumbar. ¡Cuida! ¡No te dejes nada en el jardín, se volaría! ¡Ojo con el tendedor! ¡Cierra bien la ventana! ¡A ver lo que sacan los niños afuera! !Cierra bien, que se va a portear! Revisa el tejado, que parece crujir…

¡Pero además te incordia, te aturde! No me vence, no me arrastra. ¡Pero cuánto me acosa, Señor, cuánto me acosa! ¡Atormenta! No nos respeta. El viento no quiere más que hacer que todo baile al compás de sus silbidos. No te insta a que le acompañes, te empuja con malos modales, corrigiendo tu trayectoria. Siempre enfadado, huraño. Está molesto y me molesta. No descansa si antes no me altera, y entonces, tampoco.

Un cambio de aires va a ser preciso. Me iré a otras tierras, donde la atmósfera sea más amigable. Donde mis hábitos no estén condicionados por sus ventoleras.Que pudiera mecerme el cabello, hincharme el abrigo, que debiera subirme las solapas, que rompiese los hilos de mi cometa, que fuera frío o caliente… Se lo podría consentir casi todo. Pero no que su presencia sea tan sobreabundante y excesiva, desmedida y desbordada. A favor o en contra, me estimula notar el movimiento en la cara, sentir que me abro camino en el gas invisible que cubre la tierra. No soy marino para la calma chicha, pero tampoco tolero que me hostiguen.

Si tienes prisa, ve, corre, deja de bufar a mi alrededor. Ve, tú sola, con mares y nubes a rachear. Ve a sembrar y a recoger tempestades con otro, que no sea yo. Son tus ímpetus, no los míos. Corre en la dirección que quieras a zarandear por ahí a quién te lo consienta.

Yo me iré, me iré. Me iré a otros valles más suaves. Buscaré un lugar donde pueda volver a reinar. Y te aseguro que en mi nuevo hogar abriré el portón, los ventanales y la tronera. Todos los vanos quedarán sin batiente, de par en par, para que haya corriente. Que el cielo entre y salga por donde quiera, y que mi vida y mi casa se ventilen. Porque ningún viento razonable me molesta. Y tu, remolino insistente y hostil, galerna mía, incontinente, te quedarás allí sola, con esos aires, lamiendo mis paredes, entre las que un día anduve tratando de estar contigo mientras pude, pero  dejé de poder. Y como se suele decir, tú le echarás la culpa al viento y yo también a ti, vendaval. Ya no viviré allí. Porque yo amo el viento, pero este viento insolente no me sabe amar a mí.leon pelos al viento