Es probable que yo siempre haya sido un hombre vacío.

Puede extrañar que parta de una afirmación semejante, de una confesión así. Lo cierto es que esto no es en absoluto vejatorio para mi persona, o yo no creo que lo sea. Los hombres vacíos suelen tener suerte. Y los hombres que tienen suerte tienden a ser tipos vacíos. Como yo. He sido un hombre afortunado.

Sin embargo, cuando la suerte de una persona fluctúa ¿Qué ocurre con su vacuidad? No me siento capaz de negar que esta pregunta puede ser una estupidez. Pero en algunos momentos de mi vida me he sentido inclinado a cuestionarme estupideces. Por ejemplo. ¿Quién se cuestiona estupideces es un hombre vacío? ¿O es un hombre lleno de preguntas idiotas? ¿Habré sido quizás un hombre fluctuantemente vacío?

Voy a tratar de contar mi historia. Para poder completar la narración hay que atravesar muchas páginas de inmadurez y simpleza. La duda está en si aparecerá algo distinto hacia el final del libro o no. Para poder juzgarlo no hay más remedio que leer la historia en su totalidad. Así pues empezaré diciendo que me llamo Marcos, como todos los personajes de novela de nuevos escritores de hoy día. Y  añadiré que siempre fui… un tipo vacío.

Hay toda una tradición de pensamiento clásico español, muy católico, que relaciona la infelicidad y el sufrimiento con el cultivo de la espiritualidad. Mortificación, ascetismo, virtud… expiación, salvación, unirse al sufrimiento y la pasión de los otros y redimirse con Jesús. Solidaridad sobrenatural… Pues yo creo que de esto, precisamente de esto, no trata mi historia en absoluto. Porque yo creo, ya lo he dicho, que siempre fui un hombre vacío. Y por tanto, con suerte.