La verdad es que la imbecilidad mata. Mata mucho más que el alcohol, y el tabaco y más que el coche también. Aunque es probable que todo eso también sea imbecilidad. Los asesinos en la realidad, al contrario de lo que vemos en el cine, suelen ser idiotas. Las víctimas seguro que también lo son. Y no solo los involucrados en un asesinato: cuando engendramos, pienso que traemos pobres seres a nacer por aquí de modo irresponsable y simple. Cuando la imbecilidad no nos mata, nos estropea continuamente la vida. La imbecilidad está en mayor o menor medida siempre presente en cada uno de nosotros. La naturaleza parece haberla desarrollado por algún motivo atávico. Quizá sea un residuo difícil de eliminar. O puede ser que, por el contrario, sea imprescindible para nuestra subsistencia. Quizá oculta los límites del universo y el sentido o el sinsentido de la vida. Vemos un pez o una oruga y pensamos que son seres estúpidos. Pero a lo mejor alguien que nos vea desde una instancia superior piense exactamente lo mismo de nosotros.

Bueno, perdona. Creo que será mejor que intente dejar de decir imbecilidades por ahora.