No es como cruzar el Amazonas por un puente colgante. Tampoco te pido que te conviertas en un héroe o heroína de película. Esto es mucho más fácil. Solo debes atravesar un pequeño arroyo. Es el que te separa a ti de tus sueños. No es un abismo. Solo puedes mojarte un poco los pies si te caes. Nada más. Y afortunadamente tienes este precioso y pequeño puente artesanal para apoyarte.
Quieres soñar. Quieres pensar. Quieres escribir.
No lo aplaces más.
Atrévete a dar dos simples pasos. Te estamos ofreciendo nuestras manos al otro lado.
Taller Enrique Brossa de Escritura y Reflexión
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LA PERSPECTIVA CRÍTICA
He topado con una editorial que habla de que sus libros tienen una «perspectiva crítica». Ya nos imaginamos todos que sale en las tapas de sus libros un señor con las barbas muy crecidas, famoso por su manifiesto, al cual, por cierto, me precio de haber estudiado (disfrutando) bien, quizá más que muchos que lo usan como un santón, y lo sacan a colación como a la Virgen en Semana Santa, pero todo el puñetero año.
Y yo me pregunto:
¿Por qué le llaman crítico a ese tipo de discurso que es el cooficial desde hace décadas? Tenemos el planteamiento cooficial de la derecha y el planteamiento cooficial de la izquierda,, que es actualmente aún más dogmático, más rígido, más inamovible, excluyente, más intolerante aún que el de la derecha. Vivimos una época con dos discursos oficiales y el de la izquierda pretende hacerse pasar por crítico, cuando forma parte de la oficialidad del sistema en Europa. Pretende engañar de modo sistemático y agresivo. ¿Por qué le llaman crítico al discurso que simpatiza con las dictaduras que quedan en el mundo? ¿Qué critica ese discurso que respeta las narcodictaduras? ¿Qué critica si acepta el terrorismo mejor que la democracia? ¿Qué critica, si le parece razonable excluir a la mitad de la población o más que no comulga con sus planteamientos? ¿Qué critica intelectual puede consistir en llamar fascista a todo lo que se menea? ¿Critican al ministerio de la verdad? ¿Qué espíritu crítico hay en apuntarse a capitalizar todas las banderas que van surgiendo, a todas las tendencias nuevas en bloque, sin la menor capacidad de filtrar o matizar un solo enunciado? ¿Cómo se atreven a llamarse críticos si son los mismos que tienen el oligopolio de bufones mediáticos al servicio del político de turno? ¿O es al contrario y y el político de turno está al servicio de los bufones mediáticos y de sus accionistas? ¿Cómo se atreven a llamar texto crítico a vivir del refrito continuo de doctrinas decimonónicas que han ocasionado fracasos tan trágicos? ¿Cómo se atreven a llamar crítico a lo financiado por partidos y poderes políticos? ¡Es que hasta tiene gracia! ¿Hasta cuando van a vendernos la misma moto vieja, averiada y sin repuestos? Realmente, ¿no tienen nada nuevo que decir ni que ofrecer?
PSICOLOGÍA POSITIVA
Nadie como los partidarios del optimismo para demostrar que vivimos desprovistos de motivos reales para sustentar la esperanza. Su mensaje es tan simple como decir, «es mejor estar bien que estar mal». Seguramente esperan que los incautos digan rascándose el cogote que, bien mirado, a ese enfoque no le falta razón y salgan de allí ya como iluminados corriendo felices y en pelotas por un campo de girasoles.
En realidad, percatarse de la vacuidad de la psicología positiva genera conclusiones que podrían llevarte al suicidio. Si los catedráticos de la felicidad no tienen nada solvente que aportar quizá debamos dar por perdida toda ilusión…
Sin embargo, a los que viven de dar charlas sobre ella, les funciona de maravilla. Es normal que la fomenten mientras no tengan nada mejor que administrar.

ALGUNAS NOCHES NO PUEDO LEER
Algunas noches no puedo leer.
Estoy aquí, sentado en un sillón de orejas, junto a un árbol de Navidad. No tengo más luz que las bombillas que lo adornan y el televisor, a través del cuál escucho Spotify. Suena Moon River, una versión acústica aún más Moon River que la original, que hiere tanto como un dulce recuerdo. La atmósfera es perfecta para leer un e-book en el teléfono móvil, rodeado de oscuridad y brillos navideños, todo untado de esa música suave, perfecta y yo con mi güisqui en la mano. Las ventanas reverberan el resplandor misterioso de la niebla que se ha apoderado de la noche. Un silencio frio me quema el corazón. Y tengo en la mano una novela formidable que quiero terminar.
Pero mi imaginación no me deja leer. Me distrae Mis sueños. Son mis sueños otra vez y siempre igual. Persisten. Me acarician. ¿En quién crees que estoy pensando?
Como en los viejos tiempos le ocurría al legendario estudiante, al soñador que siempre fui y que moriré siendo. Doy gracias a Dios por mi fantasía, por mi ingenuidad, por mi idealismo, por ser un falso frívolo y un sucedáneo de realista, un disfraz de adulto y un enamorado tratando de gestionarlo. Gracias, Dios mío, por estos momentos en los que no puedo leer, en los que la noche me vuelve visionario e improductivo. Por las horas de efímera pero impactante lucidez, por sonreír mirando a una pared, o atisbando un farol desde mi ventana, por hipnotizarme ante una vela encendida. Qué afortunado soy, aunque algunas veces no lo sea tanto. Lo acepto todo. Que me roben, que me maten ¡Qué me importa el mundo! Todos los inconvenientes, los acepto, Señor, si me dejas soñar. Y en algún momento, poder hacerla feliz.
P.D.
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EL TIEMPO EN EL QUE NO FUI (fragmento)
Yo he pasado muchos años, pero muchos, muchos años, no siendo. Así: sin ser. Eso siempre te afecta.
La época de no ser es de mucho silencio, por eso la mayoría de la gente no se entera. No sabe nada de ti. Generalmente, cuando se quiere saber de tu experiencia piensan en todos los años que llevas siendo. La gente nunca pregunta qué fue de mí durante aquella larga época en la que no fui. Teniendo en cuenta todo lo que duró, que fue una eternidad, no comprendo cómo es que se obvia algo tan importante. Porque una eternidad, desde luego, es un tiempo suficiente para dejarte marcado.
Claro, he pensado mientras estaba en la oficina de correos esperando mi turno, que es básicamente cuando pienso yo, que si la gente no quiere saber nada de la época de no ser… seguro que será por algo. Eso mismo me he dicho yo en correos y hasta ahí ha llegado mi pensamiento: será por algo. Y eso que tenía unos quince ciudadanos por delante esperando para enviar algún paquete. Tiene que ser por algo.
Lo he comentado con un amigo con más claridad que yo en cuanto a pensamiento deductivo y me ha dado una pista, con esa lucidez que le viene caracterizando:
-Desde luego, si no es por una cosa, será por otra.
Al oírlo, me he dicho: ¡Justo! Que sí, que así tenía que ser.
Lo cierto es que la gente no recuerda la época en la que no eran. Como no habían nacido, ni habían sido concebidos aún, pues eran, casi nada. Una nada disgregada en causas futuras de causas futuras, de causas futuras… Es decir, sus bisabuelos, sus abuelos…. qué se yo. Todos sus antecesores se habrían de convertir en causas. Cuando eres una nada disgregada en miríadas y miríadas de precausas no te acuerdas de nada. y es que eres demasiado pequeño. Un polvillo disperso de nimias posibilidades. Un resquicio de hipótesis remotas. Partículas provenientes de las limaduras de una eventual contingencia insondable, esparcidas en el universo por los soplidos de un huracán de tiempo y espacio relativos y revueltos.
Yo sí que me acuerdo de todo, y no es difícil en realidad, porque era, pues eso: no ser nada. Si en realidad, era todo el tiempo igual. Recuerdo perfectamente esa sensación de estar ahí todo el rato sin existir ni nada. Y también me acuerdo de cuando mis no-ser precausales empezaron a confabularse contra mí, hasta que fui engendrado. Y al ser concebido, pues, claro, entonces fui. Ya sé que hay quien dice que el que sólo está concebido no es nada. Yo sé que durante una glaciación desconocida, muy anterior a cualquier otra descrita en libros, mis precausas ya pensaban en ser yo y en conocerte a ti. ¡Amiga, claro que sé esperar! Antes de ser algún algo, yo ya te presentía. Eso es seguro.
Al nacer, estuve un tiempo a la expectativa… Miraba una especie de noria con pececitos que daban vueltas sobre mi cuna con una música para dormir. Si llevas una eternidad sin ser y te ponen un sonajero a pilas de esos, pues… al principio bien, que te lo enseñen es normal. Tiene su gracia. Pero que te tengan tiempo y tiempo con eso… Después de tanta glaciación y tanto tardar en formarse todos los mundos y tal… para eso… Pero luego, poco a poco, fui sacando mi personalidad, mi carácter, y me fui expresando. Había una madre y un padre que me sonreían de vez en cuando. Y luego, hubo una chica que me cuidaba. Mis papás la hacían servir en casa con uniforme. Solía llevar sobre él un delantalito blanco, con un bolsillo en el que asomaba siempre una biografía de Chesterton. La llamábamos Chacha. Me vio crecer, en todos los aspectos. Me había desarrollado mucho, mucho, una barbaridad tanto en conocimientos, mentalmente, en memoria, en madurez, en sabiduría, en estatura, genitalmente…. Tremendos los cambios, una barbaridad. La criada se lo hizo notar a mis padres, porque los dos eran algo despistados. Mi madre dijo, a mi padre: «por cierto, que a ver si le cambiaba las pilas a los pececitos, que llevan años sin funcionar.»
Hasta que un día mi padre, me preguntó:
–Hijo mío. ¿De mayor, que querrás ser?
–Pero, papá –le contesté yo–. ¿Acaso el verbo ser es transitivo?
Mi padre, fijó su mirada en mí. Una mirada propia de un entomólogo a través de una lupa imaginaria. Tras examinarme bien me dijo:
–Hijo mío, tú me matas.
Se levantó y se fue a decirle a mi madre.
–Tu hijo me mata. Vaya tío raro que hemos tenido.
Aquel día comprendí que ser, al parecer, era un verbo transitivo, pero sobre todo ser es un verbo restrictivo. No se puede ser muchas cosas a la vez. De hecho es complicado ser de verdad y enteramente alguna. Como mucho se pueden cultivar media docena de facetas, pero mal y de aquellas maneras, como hijo, futbolista, conductor, padre, raro y pesado.
Esto no pasa con lo de no ser. Cuando no eres, puedes no ser cantidad de cosas a la vez. No eres listo, no eres tonto, no eres humano, no eres alpinista, ni guarda jurado, no eres algo, no eres todo… Puedes no ser millones de cosas a la vez, las que quieras. Pero… como te pongas a ser… ¡Ay, amigo! Si te pones a ser, la cosa cambia.
–Sí, hijo mío. Tarde o temprano, tendrás que decantarte por algo. Nadie puede ser todo a la vez, como pequeño y grande, día y noche. Debes encauzar tu vida. Que ya tienes veinticuatro años.
–A mí me vale con ser yo, papi –le contesté años después, cuando ya tenía treinta y cinco.
¿Crees que mi padre me obligó a ser algo? No. ¿Por qué? Me lo explicó la Chacha, mientras acostada en mi cuna admiraba una vez más todos mis cambios, y me hacía rin-rín en mi ombliguito al apoyar en mi cuerpo la biografía de Chesterton.
–Tendrás que elegir, tal como te están diciendo. Pero al final verás que la autoridad que te doblegará no será la de tu padre, ni tu trabajo, ni el Estado, ni la Iglesia…
–¿Quién me doblegará a mí, Chacha bonita y cochina?
–Los convencionalismos, Felipín. Los que nos mandan siempre son los convencionalismos. Estos evolucionan, se renuevan, aparentemente cambian, pero siempre son convencionalismos. Hay una manera convencional de ser y otra manera convencional de no ser convencional. Nadie se salva.
Así que al final de una eternidad de años no siendo, luego la gente cuando podría ser, tampoco es casi. Solo es convencional, que en el fondo es descartar casi todo lo que podrías ser. Es casi como no ser, pero pudiendo hablar, ir y venir… Estas cosas. Hasta que llega tu hora y dejas de ser. Otra vez a no ser durante otra eternidad.. Eso dicen, vaya, no lo sabemos. Si te mueres, dejas de ser según la mayoría de los pronósticos.
Pues esta es la cuestión. como decía Chesterton.
Leer mucho
Lo importante no es leer mucho sino leer bien. Qué haces tú con lo que lees, qué sucede en tu cabeza, eso es lo relevante. Estoy en contra de un concepto de cultura que solo es una acumulacion de conocimientos que poder exhibir. La cultura es algo si genera cambios en nosotros. Si la vivimos de un modo personal y profundo. No se trata de la cantidad de libros leídos o museos visitados, sino de la huella que han dejado en ti. De cómo has vivido tú esa experiencia.