El Perdón y la Rabia (fragmento).

Algunas veces llega la rabia. La siento venir. Noto cómo me va enfureciendo. Sé que acabaré enviando un mensaje afilado y puntiagudo a alguien que quedará lacerado por mis respuestas punzantes. Como siempre en estos casos, haré tanto daño porque tenía la razón cuando empecé a discutir y la tendré también al final de la disputa. Pero luego sentiré haberme portado mal siendo así: certero, brillante, riguroso, verdadero, lógico, honesto, Es una vergüenza ser así. No es civilizado con los mezquinos que hay alrededor. Hago daño acorralando a la gente despreciable ante sí misma. ¿Es que no me doy cuenta?

Algunas personas no son lógicas, es un hecho, pero no tienen la culpa. Otras son estúpidas, aparentemente incluso más que yo, pero no lo pueden evitar. Otras mezquinas, o malvadas, o simplemente falsas. Es su manera de ser, y yo no tengo derecho a cambiarlos. Yo no tengo derecho a nada. Solo a aguantar. Soy el que tiene que comprender a los otros, y amortiguar sus molestias con mis propias tripas, porque comprender y valorar está en mis posibilidades. Otros no pueden o no quieren. Y con razón me odian. Les molesto, estorbo sus movimientos.
Algunas veces llega la rabia, la siento entrar por los brazos y salir por mi cara. Esa rabia que es a menudo el preludio de la tristeza. Porque con rabia me impongo y luego me siento mal ya que, aunque sé que debo hacerlo, aunque sé que es lo justo para conmigo mismo, obro mal. Los otros piensan que no admito el legítimo derecho que tienen a molestar y a estropear el mundo, a estar allí presentes, insatisfechos consigo mismos, sufriendo por ser así, y entorpeciendo vida de los demás.
BORRADOR

El hombre sin rostro

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941580_371075126337233_1741172267_nSoy un hombre muy seguro de mí, o muy inseguro, depende de en qué. 

Soy un humano que busca cariño y compañía como cualquier otro de nuestra especie, y no lo niega.

Soy un ser que se oculta y que no esconde nada, porque todo os lo cuenta.
Me tapo la cara para poderme mostrar desnudo.

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Saber de mí

¡Qué manía con querer saber de mí! Que pongas tu foto, que de dónde eres, que se ve que tienes problemas, cuéntamelos todos… La verdad es que estoy agradecido. La gente pone un interés por los desconocidos enorme, y respecto a mi caso en particular, veo que no soy precisamente el que menos curiosidad despierta. En el fondo me encanta. ¿De verdad? Puede que sí.

Pero lo que me sorprende es que la gente, sobre todo las empáticas señoras, tengan tanto interés en conocer todo aquello que va mal, lo que me haga sufrir, motivos de preocupación, fracasos y frustraciones.

¿Qué hace que algunas personas gocen escuchando a otros confesar todo aquello que es triste y negativo en su vida?

Tengo varias hipótesis como respuesta:
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Hipótesis uno. 
Las señoras creo yo que tienen siempre un instinto que hace que tiendan a amamantarme. ¿Eso le duele al nene? Mamá te lo va curar, ya verás que bien. Te dejas querer y ellas a su vez se sienten bien. ¿Por qué a mis años siguen queriendo darme teta? Pues… no lo sé. Además, las damas, no sé si es por el instinto maternal, tienen una acusada tendencia a dar lecciones sobre la vida, de modo que tú les cuentas algo tuyo y ellas te dicen a la primera de cambio cómo deberías ser, qué deberías hacer. Por muy mal que se sienta una mujer consigo misma, siempre puede resolver tu problema. Y si les gusta un hombre, mucho más. Si una mujer le gusta cómo es un hombre, inmediatamente tratará de cambiarle. A mí no me parece muy lógico, pero es así. Tratan de cambiarnos mediante una mezcla de consejos y besos antes de casarse. Y después de la boda, a base de reproches. Así es como el matrimonio mejora tanto la vida y el espíritu de los hombres. 

1150854_416802535097825_1740229874_nHipótesis dos.
La gente quiere oír tristezas para ver cuándo les toca a ellas contarlas. «Es tremendo eso que me cuentas, no sabes cómo te comprendo. Precisamente a mí me pasó algo aún peor. Déjame que te lo cuente…». Es como si se acercaran a la pescadería y estuvieran esperando su turno, pero en vez de comprar merluza, lo que quieren es contar sus propias penas.

Hipótesis tres.
Confunden la tristeza, con el cariño o con la bondad. El hecho de que sean tres palabras diferentes, debería dar la pista porque son efectivamente cosas muy distintas, que pueden coincidir o no.

En fin, sabed que aunque no os cuente mi vida, y me haga el duro, a mi manera sí que la comparto con los que me leéis, y que disfruto mucho de vuestra compañía.

(Final tierno, para que las señoras no se quejen).

CABIZBAJO  (Una cosa es andar).

CABIZBAJO (Una cosa es andar).

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cabizbajoUna cosa es andar. Otra diferente es mirarse andar. Observar como los pies se relevan continuamente en su posición, es una especie de obsesión geométrica. Una actitud introspectiva. Mientras caminas no puedes ver hacia donde avanzas o retrocedes. Una espiral capaz de arrastrarme hacia el trance hipnótico. Es algo similar al autorretrato en el que figura el retratista en un espejo, y la imagen se reproduce cada vez más pequeña evocando el concepto de infinito. Las manos en los bolsillos. La vista hacia el suelo. Camino pensando en ti y cuidando al mismo tiempo de no pisar las rayas. Avanzo en la noche cerrada como un invidente, porque la noche realmente está en mí. Son dos indicios de una mente obsesiva. Jugando a no pisar lo negro, como de pequeños, mantengo un ejercicio gráfico imaginario de bordillos y aceras. Sin poder ver hacia donde voy o retrocedo, con qué o quien puedo tropezar, dónde y cómo me pueden atropellar. No es mi culpa. Es del español. El español es un idioma introspectivo lleno de reiteraciones, dobles negaciones y cuádruples redundancias que llegan al propio vocabulario. Vocablos como medioambiental, contigo, ensimismado, etcetera. Mi cabeza se ha llenado de bucles, no en el pelo sino en las ideas. Solo puedo mirarme andar.

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Sentirme en mis zapatos

Sentirme en mis zapatos

Me gusta sentir que estoy en mis zapatos. Mi indumentaria no me interesa nada pese a las advertencias insistentes de mis asesoras familiares, que las tengo de diversos tamaños y edades. Simplemente me gustan las suelas de mis zapatos porque conectan mis pies con la tierra sin dejarme clavado en ella. Porque me permiten caminar con firmeza y aportan una grandiosa sonoridad a mis andares sobre la tarima flotante o el parquet. Me dan equilibrio y estabilidad. Velocidad y protección. Son una buena base. POBRE-ZAPATOS-ROTOS-FOTO-anyka-3998340-desgastadas-y-maltratadas-zapatos-de-un-mendigo-en-las-calles1En estos días en los que la gente vuelve a menear banderolas patrióticas, yo quiero proclamar que ni los hombres ni las mujeres tienen ni han tenido nunca raíces que les aten a la tierra. Poseemos sólo pies, y son para andar. Sólo pies y no raíces. Son para irse. Son para separarnos de lo que amamos y de donde nos quieren o de los que no lo hacen. Lo natural en el hombre es andar. Ir y volver o no. Y encontrar nuevos caminos, buscar otros recodos. Y con un buen calzado, es un placer explorar distancias y trayectos sin concesiones a la nostalgia. Alejarnos de lo que adoramos nos enseña a amar otras cosas y personas y a valorar todo ello. Dar grandes pasos con botas de buena goma en la suela.es un placer para el caminante. Pisar fuerte. Ganar en seguridad y en recorrido. Es normal devoción o querencia por los sitios ya que los lugares son tan fieles como los perros. Las ciudades siempre te defraudarán menos que las personas. Pero a mí me quedan solo mis viejos y varias veces recauchutados zapatos como ultimo y único de mis apegos. Quiero andarlos y destrozarlos cien veces hasta que no puedan dar un paso más. Mis pares de zapatos viejos son mi tesoro. Los abrazo con afán de avaro a sus bolsas de monedas. Cuatro o cinco pares usados a la vez. Los estrecho, les achucho y les beso el hocico como a cachorros. Los quiero, no sabes cuánto. Sueño con echar a caminar en linea recta, en dirección al sol y hacerles trabajar hasta desollar mis pies. Me gustan así de viejos y si están sucios, mejor. Cuanto más polvorientos, mayor es mi orgullo. Es como la sangre en la espada del soldado. Debo esconder estos tesoros que venero con sus tapas y medias suelas. Si no lo hago pronto, mi mujer me los tirará a la basura y, aunque ya no camine tanto ni tan lejos, quiero que su espíritu me acompañe siempre y recordar con todos ellos mis mejores y legendarios momentos. Hay entre estos camaradas y mi esposa una relación de reticencias mutuas, pero yo los protegeré siempre y mantendré la esperanza vana de que mi mujer se integre y brille en nuestro grupo más que el fuego en la chimenea entorno a la que ellos y yo nos calentamos las plantas y revivimos nuestras hazañas.

Soy yo

Soy yo quien se aleja. El que se endurece. Es mía la esclerosis. Estáis donde siempre habéis estado. Soy yo el que mira hacia otras coordenadas. Antes no podía dormir. Ahora no puedo soñar.

Pero puedo dormir.