Adolescencia

La adolescencia es algo persistente en mi manera de ser. Es mi enfermedad crónica. Aprendo a sobrellevarla, pero los síntomas nunca remiten del todo. Y seguramente por eso tiendo a extrapolar esta particularidad a todo y a todos.

Por ejemplo, creo que escribir implica regresar a la adolescencia. Volver a los sueños, a la creatividad y a la imaginación. Es magnífico.

Pero como en la adolescencia, el escritor vive el estirón. Esto quiere decir que de pronto se acelera el crecimiento, lo cual ilusiona a todo adolescente. Sin embargo le supone tirar la ropa que antes le iba bien, depositar todos los zapatos en el cubo de la basura, poner a disposición de parroquias y entidades sin ánimo de lucro los viejos juguetes, el mítico tren eléctrico, los indios de plástico, los cuentos de animales quizás… Todos sufrimos de cierto apego y esto provoca melancolía, atenuada por el entusiasmo de convertirse en adulto. Del mismo modo, el autor, constata también que lo que creía excelente, un buen día ya no le vale. Se le han quedado esos pantalones un palmo por encima de los tobillos. Lee sus escritos, que pensaba que eran una cumbre y ve que no lo son. De hecho solo muestran sus enternecedoras ensoñaciones infantiles. Por un lado es debido a que ha dado el estirón. El escritor ha crecido, se ha hecho más adulto: gran noticia. Pero por otro… yo que ya me creía mayor…. y casi no he escrito nada todavía que de verdad valga la pena, te dices.

Y sé que dentro de unos años, el sentimiento que tengo ahora al encontrar que aquellos relatos eran mi infancia artística, al pensar que al fin ya he madurado mucho… dentro de unos años, decía, me daré cuenta de que esta sensación de crecimiento que experimento hoy… todavía era juventud.
Enrique Brossa

Taller de Relatos. Online. La semana próxima comienza un nuevo taller de novela. Pide información mandando un mensaje privado.

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TE PODRÍA PASAR A TI

Perdonadme que os diga algo que os interesa: un día vi un ramillete de flores junto a la barandilla del viaducto de Segovia, en Madrid (no confundir con el acueducto de Soria). Una señora mayor estaba llorando. Le pregunté si podía ayudarle pero me contestó que ya nada ni nadie podría ayudarle nunca . Su hijo se había suicidado la noche anterior (el que estudiaba farmacia no, el que se casó con una médico de Albacete). Al parecer se quitó la vida por no haber tenido el coraje suficiente para presentarse al Desafío Literario 9. Dándose cuenta de la oportunidad que había perdido, dejó una carta al juez y una nota a la de la limpieza para que en su ausencia no dejase los trajes en el tinte. Yo le dije a la señora, ¡qué error tan trágico! ¡¡Si hay un Desafío literario cada semana o dos (o dos semanas)!! Pero la anciana, mirándome a los ojos desde detrás de sus lágrimas sentencio:
– Cada Desafío Literario que dejamos a escapar nunca vuelve. Es como el agua del río.
– O la de los servicios – me dije a mí mismo consciente de haber descubierto una gran verdad de la vida. ¡Cuánta sabiduría en sus mirar y en sus palabras!

No quiero que os pase como a aquel desafortunado. Así que os recomiendo que os presentéis al siguiente Desafío Literario.
Pero ya mismo, porque el plazo acaba exactamente muy pronto, (hora de España, «mayormente» peninsular). Y solo son unas pocas palabras. Y se pueden publicar en un tomo muy tremendo del que os tengo que hablar.
Y recordad estas palabras:
No hay agua debajo del viaducto de Segovia.