por Enrique Brossa | 30 30+00:00 Ene 30+00:00 2019 | Desbrozando a Brossa, PUBLIRRELATO
La yerba es sagrada. El mar también. Y la lombriz.
La piedra y tú sois sagrados. Sí, tú eres sagrado. Hasta yo lo soy, aquí donde me ves.
La niebla es sagrada, como el balón de mi hijo, o su goma de borrar.
El pan, el vacío, y la luz.
Mi pensamiento y su risa; las carreteras, la hoja, los perros, la pena, y el sol.
Hay una absoluta sacralidad en cada cosa, ya sea viva o inanimada. En todo átomo, en las cumbres, en el magma, y en el peine de una prima del hombre que cruzó la calle.
Y en el agua, tanto la de la nieve, como la del charco que pisamos ayer.
Hay un explosión gigantesca de belleza en las piezas y en el todo. En tu inquietud, en su indiferencia, y en mi ira. En el barro y en la cal.
Escucha el silencio. Sumérgete. Maréate con él. Disuélvete en él.
Y no me digas más, te lo ruego, lo profundo que es el mar, ni qué hermosa es esa niña, o qué preciosa su mirada.
No exclames más, te lo pido por favor, qué grande es la luz o el color de las rosas.
Te han enseñado que la flor es bonita, y solo repites lo aprendido. Eso no tiene valor. No lo percibes de verdad y por eso no lo puedes transmitir.
Antes de escribir, siéntelo con atención. Respíralo. Has de parar el tiempo. .
Vuelve a descubrir la belleza de las cosas. Partiendo de la soledad. Partiendo de ti.
Enrique Brossa, Taller de Relatos.
Juntos aprendemos modestamente a escribir y a vivir.
Nuevos grupos en febrero
por Enrique Brossa | 15 15+00:00 Dic 15+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa, PUBLIRRELATO
¿DEMASIADO SENSIBLE? QUIZÁS SEA MEJOR QUE NO LO LEAS. ESTE TEXTO PUEDE HERIRTE.
Aquella tarde el ambiente parecía presagiar alguna agonía. El cielo no presentaba las heridas normales del anochecer, sino que la niebla difuminaba todo en el tono uniforme y extraño de un metal afilado. El viejo perrazo salía de vez en cuando al jardín y se quedaba parado a pocos metros de la puerta, oteando con preocupación, tratando de ver lo más lejos posible, como el padre de un pescador. Yo me acerqué al animal para compartir su inquietud pero al acariciarle el cuello, pareció rechazar mi atención porque se dio media vuelta para meterse en casa, como si dijera, «déjame, que ahora estoy de verdad preocupado». Traté de penetrar con mi vista en la niebla y contuve la respiración por ver si era capaz de detectar el sonido que captaba la atención de mi amigo. Pero solo advertí un mal presentimiento en el aire que mecía las hojas. Permanecí allí, de pie, a unos seis pasos de la casa, sin saber qué era lo que nos intranquilizaba.
Sentí una presencia extraña mirándome. Me dije que eso no podía ser cierto pero al instante los pelos de mis brazos se erizaron.. El miedo aceleró mis latidos. Era absurdo, pero creía notar que alguien silenciosamente se aproximaba a mi espalda, desde la casa en la que solo estábamos mi perro y yo. Me quedé paralizado. Tenía la sensación de que si me volvía a verlo ocurriría algo terrible y no me atreví a moverme. Permanecí rígido. De pronto me asustó el golpe seco de la puerta de entrada y yo me sobresalté como un gato en peligro. Durante un segundo el ruido de la cerradura me pareció la caída de la hoja de una guillotina, no sé por qué. No vi a nadie, pero la casa se había quedado cerrada y no llevaba llaves. Ni llaves, ni teléfono… Nada. Estaba anocheciendo. Pronto la comarca entera caería atrapada por una cruel helada, o quizás era la tormenta de nieve lo que predecía aquel cielo extraño. Me sentí aterrado. Todos estarían reservando ya sus plazas y.daban un mes gratis para el que se apuntase antes del 22 de diciembre. Una oferta buenísima, pero aunque sobreviviera a la congelación, nunca podría llamar por teléfono para matricularme en el Taller de Escritura de Enrique Brossa. De nada me servía recordar su email, info@desafiosliterarios.com o su teléfono, +34 629 205025.Pero seguramente todas las plazas (limitadas) estarían ocupadas ya, tanto a partir de las 19:00 horas de España, como desde las 17:30. ¡Oh, Dios! ¡Con lo que disfrutaba la gente en aquellas sesiones! Entonces noté que me volvía loco y comencé a golpear la puerta con un frenesí salvaje, que nunca antes había experimentado.. Quizás me estaba enfrentando al destino, o tal vez al mismo Satanás, me daba igual, con tal de pillar esa oferta tan buena del Taller de Escritura de Enrique Brossa. Rompí mis nudillos aporreando el portón mientras desde dentro el enorme perro ladraba y gemía asustado. Parecía estar volviéndose loco, como yo. Y eso que él no era escribidor…. Si alguien me encuentra y todavía estoy vivo, pese a los síntomas de congelación, lo primero en esa situación de emergencia, será, por favor, llamar a Enrique Brossa de mi parte y decirle que me vienen bien todos los días y horas para el taller, pero, por Dios, quiero esa oferta tan buena del primer mes gratis.
por Enrique Brossa | 7 07+00:00 Oct 07+00:00 2018 | PUBLIRRELATO
Hace frío, la verdad. Mi cabaña ofrece un aspecto acogedor que queda desmentido por el vaho que mi respiración desprende. Estoy incomunicado. La nieve no me permite ni abrir la puerta. Podría salir por la ventana, pero mi coche está cubierto bajo una espeso alud que por suerte no se ha llevado esta choza. Mi teléfono móvil parece tener una cierta cobertura intermitente, pero no logro avisar a nadie. Mis dedos tiemblan. Me cuesta telefonear. He echado ya los últimos troncos que tenía en la chimenea. Mantengo una llama suave para que no se consuma deprisa. Calculo que tengo fuego para una hora o dos. A partir de ahí, tendré que empezar a quemar las sillas.
Es tan bonita esta cabaña por dentro… A pesar de haberse quedado sin electricidad, y de estar tan oscura con este día horrendo. Pero la casa sigue preciosa, iluminada por la tenue fogata de la chimenea. Por ahora no tengo miedo. Hambre sí, ya son tres días… Ya tengo la primera silla preparada, con las patas rotas, listas para convertirse en combustible. Apenas hay algo de papel… Solo un periódico atrasado que he distribuido bajo mi camiseta y pantalones. Aísla muy bien del frío, esto ha sido una gran idea inspirada en los hombres sin casa que pasan las noches en los portales. Pero lo tendré que usar si me quedo dormido y las llamas se extinguen. Si el fuego se apagase… no sé si lograría hacerlo prender de nuevo. Quizás fuera haya doce grados bajo cero… Tengo helados los pies, pese a los mil calcetines que llevo puestos. Todo está muy húmedo. Necesito moverme, pero como tampoco he comido apenas… He abierto la ventana y he empezado a masticar y tragar las hojas de las plantas que tan cariñosamente viene cuidando la propietaria sobre el alfeizar. Muy bien no me siento.
Alquilé esta cabaña para estar solo escribiendo el Desafío Literario.
Quería aislarme… y sí que lo he logrado…
Mi portátil, como mi móvil se quedará pronto sin batería…
Lo peor del caso es que me voy a quedar sin mi sesión de hoy del taller de Enrique Brossa, por videoconferencia. Son unas sesiones magníficas y especiales. Si salgo de esta… creo que no desaprovecharé más mi tiempo. Escribiré más y me apuntaré a sesiones diarias de Enrique Brossa. Puede que dos o tres al día. ¡O cuatro! Y me convertirá en novelista. Me enseñará a expresarme como yo mismo soy. De momento voy a usar lo que me queda de batería para hacer el Desafío Relámpago.
Espero que no sea tarde, porque ahora lo veo todo claro. Escribir… Escribir es importante. Más que comer.
Photo by Hugo-90 
por Enrique Brossa | 18 18+00:00 Sep 18+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa, LIBROSSIANO, PUBLIRRELATO
Era la tercera vez que me llamaban por teléfono y al final, de mal humor, contesté a la llamada. ¡Rarísima era la cosa! Un hombre que decía ser comisario de la policía me contaba que había una oleada de crímenes y que querían hablar conmigo.
-Pues yo no he sido.
-Solo le digo que necesito hablar con usted.
-Pero si es que no he estado para crímenes en toda la mañana, de verdad. No sabe todo lo que tengo que hacer…
Un silencio largo de mi interlocutor me hizo ver que él se lo estaba tomando muy en serio.
-Venga y se lo explicaré todo- me dijo finalmente.
Al llegar a comisaría y preguntar por el comisario Escoriaza me dijeron.
-LLega tarde. Hace rato que le estamos esperando.
Salió el tal Escoriaza, que parecía un tipo muy activo y de expresión severa.
-¡Vamos!
Ese fue su saludo. Le seguian 3 policías de uniforme. Montamos en un coche.
-¿Puedo saber a dónde o es una sorpresa?
-Las dos cosas.
-No entiendo.
El malcarado comisario replicó.
-Puede saber a dónde vamos. A ver un hombre que acaba de ser asesinado. Pero creo que será una sorpresa para usted.
Me clavó su mirada de poli duro de película y yo le respondí arqueando las cejas impasible. Era evidente que no nos haríamos amigos. Las personas que ponen las cejas en diferentes posiciones nunca se llevan bien. Las suyas clavadas en dirección a su nariz, son concentradas, amenazantes y acusadoras. Las mías, abiertas hacia mi frente, son de inocencia, resignación y despiste.
Cruzamos la Gran Vía, que es una calle perfecta para una historia de película. El cielo estaba plomizo y comenzó a gotear lentamente. Mi nariz en lo más parecido a un higrómetro. Mide la proporción de vapor de agua en estornudos, y aquella mañana la atmósfera registraba una humedad diez estruendosos estornudos, lo que equivale a un 90%. El coche dobló algunas calles del centro. Paramos junto a la entrada de una casa. Parecía una vivienda normal, pero estaba llena de policías que iban saludando al malhumorado Escoriaza.
En el ascensor antiguo de madera, yo seguía estornudando y moqueando con gran facilidad y desenvoltura y el comisario me miraba con desprecio, como si pensase <<qué asco de tío, cómo estornuda>>
-Espero que no le maree la sangre- dijo lacónico, y sin esperar comentarios por mi parte abrió la puerta del ascensor. Entramos en una casa donde había policías buscando indicios por todos los rincones. Hasta que por fin, en el salón vi el cadáver. Estaba en un sillón orejero, la boca muy abierta, los ojos mirando al techo, horrorizados. Murió tratando de separar del cuello el cable del ordenador portátil con el que sin duda había sido estrangulado. No solo eso. El portatil lo tenía clavado en la cabeza, como si fuera una de esas grandes crestas que se ponían los punkies.´La sangre cubría su cara y su camisa.
Mientras yo miraba todo eso atónito, Escoriaza me observaba, como tratando de deducir de mi rostro mi reacción involuntaria ante una imagen así de dura.
-¿Qué me dice?
-Que yo conozco a este hombre -le respondí.
-Lo sé. Por eso le he traído.
Y mientras miraba él también el cadáver, añadió.
-Dígame algo más que yo no sepa.
-Creo que es un asesinato, comisario.
Giró lentamente la cabeza para mirarme y decir:
-No me diga…
-Si, sí, seguro. Esto no es un accidente. El era muy cuidadoso siempre con todo lo de la informática.
El policía cerró los ojos y se frotó la frente. Parecía muy estresado.
-Este es el quinto muerto aparecido en tres días con el ordenador clavado en la cabeza. Y hemos detectado que todos estaban leyendo los relatos del desafío espeluznante de su página: desafiosliterarios.com
-Dios mío, ¿eso me convierte en sospechoso? Yo no he sido. Hoy estoy muy liado, ya se lo he dicho, y además con un catarro tremendo. ¡Como para irme por ahí a matar a nadie!
Un hombre que estaba junto a Escoriaza apostilló.
-Por el momento no hemos encontrado ningún moco del sospechoso junto al cadáver, comisario.
Escoriaza parecía no escuchar a su ayudante.
-Brossa, tú sabes algo. ¡Habla!
-Miren, estamos votando estos días para elegir el ganador del Desafío Espeluznante. Hay un yate de no-se-cuantos metros de largo en juego. Lo más seguro es que alguien esté tratando de eliminar a los candidatos mejor situados para obtener el premio. Así que el asesino será un escribidor de relatos de terror.
-Oiga, Brossa. ¿No le parece que esta historia tiene más de novela negra que de terror?
Me quedé pensando un instante.
-¡Vaya! Tienen razón. Eso podría ser un indicio. Mi recomendación es que se registren GRATIS en desafiosliterarios.com y que busquen en el menú el Desafío Espeluznante. Allí encontrarán unos relatos estupendos. Pueden votar también y quizá eso les permita descubrir este terrorífico misterio.
A modo de despedida, Escoriaza sacó una tarjeta y me dijo:
-Bien. Si se le ocurre algo más que nos pueda ayudar aquí tiene mi…
Le interrumpí con una nueva serie de estornudos estruendosos. LLovía como en las monzónicas. Humedad del 100% son más de veinticinco estornudos seguidos, así que me despedí agitando su tarjeta con la mano ya que con la otra estaba buscando un kleen-ex desesperadamente por alguno de mis bolsillos.
El ayudante, mientras me veía salir, preguntó.
-¿No cree que oculta algo, comisario?
por Enrique Brossa | 27 27+00:00 Abr 27+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa, PUBLIRRELATO
ESTE RELATO ESTÁ FUERA DE CONCURSO. SOLAMENTE ABRE EL DESAFÍO E INCLUYE EL PRIMER ENLACE A LA CONVOCATORIA Y CLASIFICACIÓN
Hace falta mucho valor para ser viajero. No digo turista. Yo hablo de ser viajero, pero viajero, viajero, viajero. O sea, viajero de verdad. No es lo mismo ser un lobo de mar que tener un flotador. ¿Me entiendes? Pues esto es igual. Por mencionar a alguien que conozco bastante, diré que yo, por ejemplo, soy un viajero y un valiente. ¡Es así, qué le voy a hacer! Y espero que no se me tome a mal, que no es por presumir ni nada de eso, pero es que yo estoy muy “viajao”. Y es que para mí solo hay algo que me guste más que estar en casa, y eso es estar fuera de casa.
Perdón, no me he presentado todavía. Hola, mi nombre es Ricardo. Pero me gustaría que me llamaseis, Riky, el explorador.
He hecho el trotamundos, primero por aquí mismo, por los alrededores de la ciudad. He ido a casa de mis suegros en cantidad, a un pueblo que hay aquí cerca a comprar magdalenas muy ricas… Porque no veo yo bien la manía esa de irse a ver la China si no conoces ni tu pueblo, ¿verdad? ¡Qué Pekín ni qué Pekín! ¿Conoces tu ciudad? Con la de cosas que quedan por descubrir aquí. Primero España. ¿Has estado ya en Tomelloso? ¿O en Mollerusa?
Luego, el esnobismo de los amigos nos presionaba para llegar más lejos, pero yo me mantuve incorruptible y no salía de mi provincia. Pero bueno, al final ya, lo de ir a comer los domingos a casa de mis suegros se me empezaba a quedar corto, porque yo tengo un corazón salvaje e indómito, aunque use pijamas de felpa, y necesitaba cada vez perseguir destinos más remotos, y explorar parajes más recónditos. Vamos que también he hecho yo viajes lejos. ¡Y, bueno, qué voy a contar…!
He disfrutado mucho viajando en pareja, y lo he pasado de maravilla. No tanto como viajando con amigotes… Esto… ¡Vamos, nada que ver! Pero bueno, me lo he pasado muy bien también. Cuando se viaja en pareja hay momentos de mucha emoción y suspense. Por ejemplo, ¿Cuál será el veredicto de ella cuando vea la habitación del hotel que has contratado? “Está correcto, pero tampoco más”. ¡Vaya! “El baño no es que sea muy grande”. ¡Vaya! “Hace mucho que no me llevas a esos hoteles en los que hay albornoz”. ¡Qué manía con el albornoz!
Pero se pasa bien.
También he viajado solo… Esa sensación de libertad; ese respirar a pleno pulmón; esa disponibilidad para cualquier aventura… que al final de la noche acaba de aquellas maneras que mejor no vamos a pormenorizar aquí, quizás no siempre a la altura de nuestras expectativas. Oye, pero que sí, que está bien también viajar solo. Te conoces a ti mismo… Es lo que más haces.
Y hasta guardo buen recuerdo de viajes organizados. ¡Ah, son inolvidables! Aquella parada en mitad del desierto de sal en Túnez para ver alfombras y bolsas de cuero…. ¡Inolvidable! No teníamos escapatoria posible. Qué momentos tan felices. Cada vez que salíamos del autobús nos invitaban a un té turco y nos ponían a ver alfombras dos horas. Uf, me temo que se me mezcla Túnez con Turquía. Y eso que era inolvidable. ¿Por qué será? Seguramente porque son dos países que se parecen mucho en las bolsas de cuero y en las alfombras. Luego, la siguiente población la veíamos en cinco minutos. Pasábamos a toda prisa por su zoco, el guía nos decía dónde nos harían buen precio si dábamos su nombre para comprar más bolsas de cuero… ¡Una maravilla de viaje! ¡Y qué cantidad de bolsas de cuero tienen los turcos y los tunecinos! Y maletas y abrigos… Nos quedamos sin ver Topkapi, que ya dijo el guía que no valía mucho la pena, tan bien que lo pasábamos viendo alfombras. ¡Dios, sí que vimos alfombras!
Con el tiempo uno recuerda con cariño incluso aquella diarrea de turista que nos doblegó a mí y a todos mis compañeros de viaje durante el penúltimo día. Entrañable… Los viajes son lo mejor. Tú puedes estar un año trabajando y no recordar nada de esa época, como si no lo hubieras vivido. ¿Qué sentido tiene? En cambio, si viajas es otra cosa. Como pilles una diarrea importante viajando en un autobús, está claro, no la vas a olvidar en tu vida. Por eso, los viajes dan sentido a tu existencia y son lo mejor que hay. Cuando tú te estás desintegrando en el baño, te sientes muy mal y muy indefenso y todo parece muy feo, pero en realidad tu existencia… cobra significado con cada retortijón.
Ahora mismo yo estoy de viaje. Me voy a descubrir nuevos horizontes con mi bicicleta estática y mi pijama de felpa. Más cómodo imposible. Lo iba a hacer en moto, pero al final, digo: no. Quizá el no tener moto me haya influido en rectificar esta decisión. Pero además de esto, es que con bici estática puedo escribir mientras pedaleo. No es que sea muy fácil, pero claro, es peor si vas en moto. Voy a escribir para el siguiente Desafío Literario de DesafiosLiterarios.com. Se rumorea que el siguiente concurso será sobre relatos de viajes, así que me estoy preparando. Pedaleo y escribo, pedaleo y escribo… A ver qué sale, que creo que esta vez los premios van a ser mejores aún. ¿Será que van a regalar un viaje? Yo espero al menos viajar a la presentación del libro 3. ¿Y tú? ¿Vas a participar?
Ojo al dato: me acaban de pasar un enlace el desafío viajero, este que os decía. ¡¡¡Y TIENE PREMIOS MUY CHULOS!
DESAFÍO MALDITO VIAJE MALDITO. Convocatoria y clasificación en tiempo real
Vale pues. Se despide éste, que no es otro que su seguro servidor, afectísimo y todo eso: Riky, el explorador, o Riky a secas, que igual me da, oye, que en un momento dado tampoco hace falta más. ¡Si yo es que soy muy así!
por Enrique Brossa | 24 24+00:00 Ene 24+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa, PUBLIRRELATO
La empresa para la que trabajo ha decidido este año montar una fiesta de carnaval. Estamos aquí quizás unos seiscientos empleados de todos los escalafones. Es una ocasión estupenda. Una fiesta de carnaval es mejor incluso que poder volverte invisible. Vamos, eso creo, porque evidentemente no tengo experiencia en ser invisible. Pero es estupendo. Aquí estoy, disfrazado del Zorro. Me he puesto mi sombrero y mi antifaz. Tenía un parche para tuertos, del disfraz de pirata del año pasado, y al final me lo he puesto también sobre el antifaz. He añadido un pañuelo rojo que oculta desde mi nariz hasta el cuello, como si fuera a atracar a alguien. En fin, en todos los disfraces la gente se toma libertades. A decir verdad… el único fallo quizás es que estoy un poco mareado, porque voy más tapado que las viudas de Bin Laden y aquí hace bastante calor. Las gotas de sudor resbalan desde mi sombrero de Zorro; la capa esta molesta un montón. Además, me he quitado las gafas, porque me reconocerían y porque son incompatibles con el antifaz, y con el parche como se puede imaginar cualquiera y, ya digo, entre lo que estoy sudando, que veo bastante mal, y los gintonics…ando bastante aturdido… Estoy solo, paseando entre mis compañeros de trabajo, y me río bajo mi pañuelo, porque nadie me reconoce.. Me planto cerca, escucho sus conversaciones… ¡Qué simples son, no me reconocen! Me río, me río mucho, como un conejo que se ríe oculto en su madriguera, en este caso un disfraz, pero me lo paso de maravilla.
¡Hala, a quién vemos por esta zona! Aquí está la tía buena del departamento jurídico disfrazada de Cruella de Ville.. Me acerco, creo que le voy a echar los tejos. Se lleva bien con mi novia, pero no me va a reconocer, y si me reconoce, haré como que ya contaba con ello.
-¡Hola, sexymbol! ¡Quién fuera un dálmata! Cuando quieras, me puedes despellejar, ¿eh? que yo te dejo.
¡Vaya! Vete al cuerno, tía. Esta no deja de ser tonta ni en la noche de carnaval. Me ha puesto mala cara y me ha advertido que la copa que llevo en la mano está inclinada y voy regando la sala. Y se ha ido y me ha dejado tirado como a una colilla. Le va lo de hacer de Cruella…
Voy un poco pedo…
Mi jefe se me queda mirando, como tratando de hacerme ver que no me porto bien… Y yo me encojo de hombros con un gesto un tanto desafiante, no sé si te lo imaginas, pero es un encogerse de hombros como diciendo… ¡Qué! ¡Y a ti qué te pasa! Le señalo con un golpe de mentón hacia arriba, como retándole. ¡Qué! ¿Por que seas muy jefe y muy tonto de las pelotas vas a imponerte también en esta ocasión? ¡Anda y que te den! No lo digo, ¿eh? Pero se entiende igual. Alrededor del jefe todos mis compañeros peloteando se me quedan miando muy serios, menos Suárez que cuchichea y se burla. Odio a esta gente. ¡Cómo odio a esta gente! Y ahora puedo hacer lo que me apetezca en sus narices, porque soy el Zorro, qué divertido. Mira que son simples…
A su lado hay una mujer que me mola, pero no la reconozco. Peluca, maquillaje con estrellitas y brillos, antifaz… seguro que la conozco, pero ahora no estoy para recordar… No sé si acercarme a ella y besarle la oreja directamente. Estoy fatal. Estaba guiñándole el ojo pero claro, no se nota. ¿Cómo se sabe si un tuerto te ha guiñado el ojo o solo está pestañeando? Menudo problema… ¿Todo el mundo pensará que le estoy guiñando el ojo? Casi nada, la tontería, oye… Me quitaré el parche porque además la gomita de los mismísimos me está cortando ya la oreja… Pero ahora no. Que hay una buenorra que se me acerca… Lleva un antifaz sujeto con la mano por un palito. Y en la otra mano lleva un abanico. ¿Ves? Como yo con el antifaz y el parche en el ojo, esta chica lleva también abanico y máscara y de todo.
-¡Hola!
Aunque no se me vea la cara no he podido evitar sonreirle ampliamente y mirarle ese escote de cortesana de Versalles que se ha puesto, que me hace alucinar. Está un poco seria. se queda parada frente a mí y no dice nada. Yo vuelvo a saludar.
-Hola, madame de Pitiminoise…-y me río mucho. He estado muy ocurrente con lo de Pitiminoise- ¡Tanto busto! -y vuelvo a reirme mucho- Perdón, perdón, perdón. Quiero decir, encantado. ¡Enchanté! -yo es que soy políglota de nacimiento.
Ella me responde muy seria.
-El busto es mío.
-Pues hay que felicitarte.
Me vuelvo a reír aunque me acojona un poco su voz seca. Me pregunto quién será.
-Está bien la fiestorra esta, ¿no?
-Estás borracho. Y ridículo por no decir patético, Alberto.
Uf. ¡Qué mal! Me conoce.
-¿Alberto? ¿Quién es ese Alberto?… Vale, está bien, sí, soy Alberto. ¿Cómo has sabido quién soy?
-No hay más que verte… Las pintas que llevas de… Las pintas que llevas… ¡de Alberto! Todos te están reconociendo, no sé si tú esperabas otra cosa.
-Noto que la gente me mira… Incluyendo a mi jefe y esa chica atractiva que está con él. Entonces, como nos reconoces a todos quizás me puedes decir quién es esa con pinta de calienta braguetas que parece que se quiere tirar a mi jefe.
-Claro que puedo decírtelo. Es Sandra López, tu novia.
Me quedo petrificado. La miro bien. ¡¡No pude ser!!. O… o sí que puede ser. ¡Dios mío!
-No tonto, es la directora de ventas. Pero podía haber sido tu novia, que soy yo. A partir de este momento, creo que es mejor que lo dejemos.
-Joder, Sandra, ¿por qué te pones así? ¿Y qué haces enseñando tanta delantera?
-Porque eres tonto, hijo, ya llevaba un tiempo negándome a admitirlo, pero ahora, por fin, veo claro: tú eres tonto. ¡Punto final!
Me quito el sombrero con parsimonia. El pañuelo. El antifaz. También el parche, claro… Bueno, me lo pongo hacia arriba. Y le digo.
-Lo malo de llevar un parche en el ojo es que cualquiera puede creer que le guiño el ojo ¿sabes? Porque cuando pestañeo…-le intento explicar pero ella me corta.
-Ya puedes ir buscándote otra novia, que por cierto, ya lo estabas haciendo muy bien. Y sin prisa pero sin pausa, debes buscarte además otro trabajo…
-Sandra, ¿sabes qué? No tienes sentido del humor… -en este instante desenfundo… ¡No! Se dice desenvaino. Desenvaino pues mi espada del Zorro- ¿Tienes un pañuelo?
Sandra saca un kleen-ex con rastros de maquillaje de entre los prominentes senos de cortesana y me pregunta si voy a llorar. Pero yo ato como buenamente puedo el pañuelo de papel a la punta de mi espada, para lo cual debo sujetar mi espada con mis muslos de tal modo que parece… feo. Se me cae al suelo el kleen-ex, me agacho y se me cae la espada. Tras recogerlo todo lo pincho como si fuera un bicho.
-Alberto, lo del pañuelo en la lanza, que no en la espada… es de antes del Quijote. No del Zorro.
-¡Da igual! Todo esto que ha pasado aquí lo pienso contar en un relato que introduciré en desafiosliterarios.com para el Desafío Carnavalesco. ¡Hala! Y además, que sepas que ganaré el premio y asistiré gratis al taller de escritura de Enrique Brossa, que por cierto, es un tipo fenomenal. Pronto volveré con el premio del Desafío a recuperarte, Madame de Pitiminoise, y volveré con tu pañuelo atado en la punta de mi espada.
-Vienen los de seguridad, Alberto, lárgate ya, por favor. Deja de dar la nota.
-Me voy pero volveré, como dijo… esteee… ¿? Bueno, tú mira los resultados en http://desafiosliterarios.com/ y ya verás cómo ganaré yo.
En ese momento llegan los de seguridad y antes de que me digan nada les ordeno yo a ellos:
-¡Seguidme, muchachos! ¡Escoltadme hacia la puerta!
Y yo me dirigí hacia la salida, aunque me fui solo, ya que los de seguridad me dejaron ir y no me acompañaron ni con la mirada.