Los salmos ateos: salmo 1. Siempre el río

Los salmos ateos: salmo 1. Siempre el río

El río me empuja.

Ancho es su cauce.
Cerca ya de la desembocadura
ha perdido en rapidez.

Ha ganado en caudal.
Tiene la fortaleza dulce de un padre.
Pero te impulsa hacia el final.
El río me empuja.
Lento, poderoso.
No me arrastra ni me lleva.

Yo voy en él.

El río me empuja.
Tengo su firmeza, he ganado su empuje.
Antes sonábamos, al chocar por las montañas.
Ahora somos un silencio inapelable

contra el que nadie puede.
El río me impulsa,
lento y poderoso.
Describiendo meandros de interrogación.
Con la fuerza que me da,
con el poder que me transmite,
llegaré al desorden de las olas.
A la muerte en el mar.

El río me impulsa.
Me diluiré entre playas y peces.
Volveré a estallar contra las rocas.
Pero no será como hasta ahora.
Y no  será nunca como antes.
Será una soledad infinita
hasta que me vuelva a evaporar.

Por allí cerca, el río sigue y no muere,
con su silencio imponente.

Yo soy el río y la gota de agua.
El río me empuja.

Río_Negro_by_Sarmiento_Avenue_(Resistencia)

Agua.

Agua.

(LOS NUEVOS SALMOS)

Eres una gota de agua.

Suave e inocua. Un pequeño saludo de la naturaleza que, sonriente, mueve la mano mientras se desliza por el cristal.
Eres una gota de agua.

Puedo beberte y besarte sin miedo, y volverás a estar sobre las hojas, y a resbalar transparente y pura en mi ventana.
Eres una gota de agua.

Deseas agradar, deseas lavar la frente de los atormentados como yo, limpiar a los heridos, refrescar a los desfallecidos, calmar la sed. Eres pequeña y sencilla. Eres eterna. Eres la vida.
Eres una gota de agua.

Eres bonita. Hay una niña en ti. Símbolo del renacer. Siempre amable y cariñosa. Verte es la buena noticia. Es que tú sigues ahí, ofreciéndote sin pedirme nada. Grata, sencilla. Estás en mí y voy a ti.
Eres una gota de agua.gota_de_agua_en_una_hoja-t2

El día está gris

10471189_1507307562835619_5308299347115587409_n El día está gris. He dejado la cama sintiendo un fuerte dolor de cabeza. Me he puesto las zapatillas tras palpar el suelo en su busca, escondidas como estaban en la oscuridad de mi habitación y yo con los parpados más cerrados que abiertos. He tomado un café bien cargado y he reunido suficiente energía para ducharme. En este punto, el viento ya sopla suavemente, pero a mi favor. Quiero decir a mi favor, pero suavemente.

El día es gris. Pero he quedado conmigo para ir a cruzar el lago. Un lago estático.

El día es pesado y gris. Pero tengo la superstición de que si muevo los remos, la niebla se disipará. Mi reloj se ha parado. Siempre son las siete menos diez.

El día es desapacible y muy gris. Pero he llegado a la orilla de un lago.
He hundido los pies en un agua sin temperatura perceptible ni humedad. Mis deportivas entran en el líquido como si salieran de un gas. Sin notar algún cambio en los tobillos.

El agua está gris como el plomo. También el día. He subido en una barca, demasiado ancha, inadecuada para el deporte. Pero tengo la esperanza de que, bogando, el esquife se hará más y más esbelto en cada lento paleteo.
Es un amanecer oscuro de niebla que no se levanta. Y comienzo a remar. Ya son las siete menos diez.

Amanecer anodino y gris. Pierdo de vista la orilla, y solo noto una densidad oscura en todas las direcciones. Pero yo remo. Noto mis brazos más fuertes que ayer. Los hombros endurecidos y gruesos. El abdomen más elástico. Mis puños rodeando los remos, parecen de bronce.

Fuera de mí, todo, hasta el lodo, está gris. Pero sigo remando. La orilla no me dijo adiós al verme salir. Pero creo que si sigo remando, lento, despacio, regularmente, cruzaremos las nubes bajas y el día volverá a avanzar con algo más de luz.1919629_1507307422835633_5589368019711472444_n