por Enrique Brossa | 5 05+00:00 Jun 05+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa
El progreso tiene sus cosas.
Los científicos como yo, no sé si estáis al corriente de esta faceta de mi identidad, nunca lo expresamos así. Lo decimos mucho peor para que quede más bonito. Decimos que el crecimiento económico genera contradicciones en el sistema. ¿Eso qué quiere decir? Pues que el progreso tiene sus cosas, ya está.
Una cosa que ocurre con: el mundo desarrollado no favorece el equilibrio mental. Y luego la gente a suicidarse todo el rato, ya se sabe. Por ejemplo: antes las calles estaban más sucias. Ibas caminando por la calle y lo mismo pisabas un chicle que una camiseta, y no vamos a ser exhaustivos enumerando todo lo que te podías encontrar bajo las suelas. Hoy la vía pública está más limpia, pero claro, nos faltan las latas aquellas oxidadas y roñosas. Yo hoy estoy muy rabioso, y querría dar una patada a algún pote. Eso que antes se hacía cuando algo salía mal. Viene recogido en todos los comics, antes llamados tebeos, de Mortadelo y Filemón, el abuelo Cebolleta, o Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, por citar a algunos clásicos. Frecuentemente despejaban alguna conserva. Muchas veces hacen falta este tipo de escombros en la calle. Yo los echo de menos. Hoy por hoy, si quieres desahogarte tienes que guardar los tarros vacíos como si tuvieras el síndrome de Diógenes. En realidad es la sociedad entera lcon su manía del reciclaje a que padece este síndrome con tanto coleccionar y clasificar la inmundicia. En casa ponemos las hojalatas en la bolsa amarilla. Yo finjo estar de acuerdo con eso tan políticamente correcto, pero cuando necesito desfogarme, a mi lo del mindfulness no me hace nada. Yo asomo la nariz para ver si hay alguien en el pasillo, y si no me ve nadie, me deslizo sigiloso como un guerrillero pero sin traje mimetizado ni nada, con mis pantalones y mi camisa de rayas, una cualquiera, da igual. Busco en la bolsa de envases para reciclar, y cuando no me ve nadie…
-Papá, ¿qué estás rebuscando en ese cubo?
-Me has asustado. ¿Dónde estabas, hijo?
-Detrás de ti. Es que me preocupas, papa, te comportas de un modo extraño.
-¿Yo? Solo estaba asegurándome de que ponemos cada tipo de basura en su sitio. No sabes lo importante que es esto de reciclar.
-Ya, ya, ya…
Cuando se va mi hijo vuelvo a revolver todos esos recipientes desechables sucios. Hay un bote de plástico de cacao, bandejas de huevos… Pero eso no me valía. Yo lo que necesitaba era una lata vacía de fabada asturiana por ejemplo, o un tarro pegajoso de melocotón en almíbar. ¿Y qué es lo que me encontré en aquella ocasión? ¡Nada! ¡Una birria! Una minúscula latita de anchoas. ¿A dónde vamos con eso? Tanta comida sana…
Pero yo soy un posibilista. Me aseguro de que nadie me vea y cojo la latita de anchoas, que al fin y al cabo es lo que hay, con el índice y el pulgar, para no mancharme más de lo imprescindible. Y la pongo debajo del grifo del fregadero.
-Papá, ¿para qué estás lavando esa porquería?
-¡Hijo,ya está bien de vigilar a tu padre! ¡No tengo intimidad en mi propia casa! ¿De dónde has salido esta vez?
-¡De detrás, como siempre!
-¡Ya me he cortado! Si no me dieras estos sustos…
-Claro, papá, te lo iba a decir: ten cuidado que te vas a cortar.
Me lo quedo mirando y el niño decide acertadamente volver a desaparecer. Luego seco bien la cochambre, para que al chutarla no moje el suelo. Me da igual si estoy loco o no. Quiero mandarla al espacio sideral. Por fin tiro la latita al suelo, pero… ¡Qué miseria! Esto no vale para nada.
Igual si que estoy un poco loco. No, no es eso: Estoy rabioso, sí que lo estoy. ¡Qué pasa! Necesito darle un puntapié a algo grande que dé volteretas y haga cotoclón-cotoclón. Aliviaría tensiones. No es tan raro. ¿Pero qué puedo hacer con esa menudencia? Total, que he aquí mi mensaje: el progreso nos ha impuesto la razón y la pulcritud y la lógica, y así no hay quien se desahogue. La rabia y la frustración no se contemplan en nuestro mundo feliz porque están coercitivamente mal vistas, casi prohibidas. Te dicen que vayas a hacer running, pero yo quiero dar patadas porque estoy que mi ira ya no cabe en mí. ¿No nos damos cuenta de lo difícil que es mantener así el equilibrio con todos los desperdicios perfectamente clasificados para no deteriorar… (¡qué mentira!) el medio ambiente?
-¡Papi!
-¡¡¡Dios!!! Dime.
-¿Te acuerdas de una cosa?
-¡Qué cosa, hijo, a ver, qué cosa!
-Cuando yo era más pequeño te dije que había marcado once goles en el recreo. Se lo contabas a todos: “éste es el peque, que el otro día metió once goles en el recreo, dos con balón y nueve con papeles.” Te parecía lo más divertido del mundo. ¡Cuánto te reíste con eso! Me llamabas, “mi hijo, el goleador”.
-Sí, es verdad. Me hacía gracia.
-¿Y tú vas a jugar al fútbol con una chapa de esas, papi el goleador? Te he visto otras veces. No es un comportamiento propio de un papá…
-No hijo, no voy a jugar. Es que no lo comprenderías.
-Es que, ¿qué? ¡Venga papá, un poco de consistencia! ¡Que ya tienes una edad! Y sal a la calle, que a mí no me dejas jugar con la pelota en la cocina. ¡Eres un injusto!
En fin…
He besado la cabecita de mi hijo. He bajado atolondrado a la calle. A meditar. Al final, sin restos de conservas. La noche me protege. El ambiente está húmedo y tibio. LLevo las manos en los bolsillos y la mirada hacia el cielo de cristal oscuro, sin estrellas. Respiro. Camino y respiro. Avanzo entre las filas de árboles y coches aparcados que son en realidad como latas enormes. Las patearía, pero podrían saltar las alarmas de los vehículos y los vecinos no me comprenderían, porque son gente cerrada que no analizan el drama existencial del hombre contemporáneo, ni ninguna otra cosa de esas. Vuelvo los ojos hacia la acera y veo a lo lejos un bulto. Es una piedra. Podría darle una patada. Aunque no sea un recipiente para fabada asturiana, vale igual. Podría chutar la piedra. Pero paso de largo. La indulto, magnánimo, de los delitos de los que no es culpable y de la responsabilidad de ostentar, con sus exiguos gramos de peso, la representación de todo este enorme planeta loco en este universo raro, grande y estúpido, como un amigo mío. Y confío en no perder el humor y en que unos minutos de caminar nocturno, respirando la quietud, el silencio y las sombras, me devuelvan la serenidad y la comprensión del inaprensible sentido de la vida.
por Enrique Brossa | 27 27+00:00 Abr 27+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa, PUBLIRRELATO
ESTE RELATO ESTÁ FUERA DE CONCURSO. SOLAMENTE ABRE EL DESAFÍO E INCLUYE EL PRIMER ENLACE A LA CONVOCATORIA Y CLASIFICACIÓN
Hace falta mucho valor para ser viajero. No digo turista. Yo hablo de ser viajero, pero viajero, viajero, viajero. O sea, viajero de verdad. No es lo mismo ser un lobo de mar que tener un flotador. ¿Me entiendes? Pues esto es igual. Por mencionar a alguien que conozco bastante, diré que yo, por ejemplo, soy un viajero y un valiente. ¡Es así, qué le voy a hacer! Y espero que no se me tome a mal, que no es por presumir ni nada de eso, pero es que yo estoy muy “viajao”. Y es que para mí solo hay algo que me guste más que estar en casa, y eso es estar fuera de casa.
Perdón, no me he presentado todavía. Hola, mi nombre es Ricardo. Pero me gustaría que me llamaseis, Riky, el explorador.
He hecho el trotamundos, primero por aquí mismo, por los alrededores de la ciudad. He ido a casa de mis suegros en cantidad, a un pueblo que hay aquí cerca a comprar magdalenas muy ricas… Porque no veo yo bien la manía esa de irse a ver la China si no conoces ni tu pueblo, ¿verdad? ¡Qué Pekín ni qué Pekín! ¿Conoces tu ciudad? Con la de cosas que quedan por descubrir aquí. Primero España. ¿Has estado ya en Tomelloso? ¿O en Mollerusa?
Luego, el esnobismo de los amigos nos presionaba para llegar más lejos, pero yo me mantuve incorruptible y no salía de mi provincia. Pero bueno, al final ya, lo de ir a comer los domingos a casa de mis suegros se me empezaba a quedar corto, porque yo tengo un corazón salvaje e indómito, aunque use pijamas de felpa, y necesitaba cada vez perseguir destinos más remotos, y explorar parajes más recónditos. Vamos que también he hecho yo viajes lejos. ¡Y, bueno, qué voy a contar…!
He disfrutado mucho viajando en pareja, y lo he pasado de maravilla. No tanto como viajando con amigotes… Esto… ¡Vamos, nada que ver! Pero bueno, me lo he pasado muy bien también. Cuando se viaja en pareja hay momentos de mucha emoción y suspense. Por ejemplo, ¿Cuál será el veredicto de ella cuando vea la habitación del hotel que has contratado? “Está correcto, pero tampoco más”. ¡Vaya! “El baño no es que sea muy grande”. ¡Vaya! “Hace mucho que no me llevas a esos hoteles en los que hay albornoz”. ¡Qué manía con el albornoz!
Pero se pasa bien.
También he viajado solo… Esa sensación de libertad; ese respirar a pleno pulmón; esa disponibilidad para cualquier aventura… que al final de la noche acaba de aquellas maneras que mejor no vamos a pormenorizar aquí, quizás no siempre a la altura de nuestras expectativas. Oye, pero que sí, que está bien también viajar solo. Te conoces a ti mismo… Es lo que más haces.
Y hasta guardo buen recuerdo de viajes organizados. ¡Ah, son inolvidables! Aquella parada en mitad del desierto de sal en Túnez para ver alfombras y bolsas de cuero…. ¡Inolvidable! No teníamos escapatoria posible. Qué momentos tan felices. Cada vez que salíamos del autobús nos invitaban a un té turco y nos ponían a ver alfombras dos horas. Uf, me temo que se me mezcla Túnez con Turquía. Y eso que era inolvidable. ¿Por qué será? Seguramente porque son dos países que se parecen mucho en las bolsas de cuero y en las alfombras. Luego, la siguiente población la veíamos en cinco minutos. Pasábamos a toda prisa por su zoco, el guía nos decía dónde nos harían buen precio si dábamos su nombre para comprar más bolsas de cuero… ¡Una maravilla de viaje! ¡Y qué cantidad de bolsas de cuero tienen los turcos y los tunecinos! Y maletas y abrigos… Nos quedamos sin ver Topkapi, que ya dijo el guía que no valía mucho la pena, tan bien que lo pasábamos viendo alfombras. ¡Dios, sí que vimos alfombras!
Con el tiempo uno recuerda con cariño incluso aquella diarrea de turista que nos doblegó a mí y a todos mis compañeros de viaje durante el penúltimo día. Entrañable… Los viajes son lo mejor. Tú puedes estar un año trabajando y no recordar nada de esa época, como si no lo hubieras vivido. ¿Qué sentido tiene? En cambio, si viajas es otra cosa. Como pilles una diarrea importante viajando en un autobús, está claro, no la vas a olvidar en tu vida. Por eso, los viajes dan sentido a tu existencia y son lo mejor que hay. Cuando tú te estás desintegrando en el baño, te sientes muy mal y muy indefenso y todo parece muy feo, pero en realidad tu existencia… cobra significado con cada retortijón.
Ahora mismo yo estoy de viaje. Me voy a descubrir nuevos horizontes con mi bicicleta estática y mi pijama de felpa. Más cómodo imposible. Lo iba a hacer en moto, pero al final, digo: no. Quizá el no tener moto me haya influido en rectificar esta decisión. Pero además de esto, es que con bici estática puedo escribir mientras pedaleo. No es que sea muy fácil, pero claro, es peor si vas en moto. Voy a escribir para el siguiente Desafío Literario de DesafiosLiterarios.com. Se rumorea que el siguiente concurso será sobre relatos de viajes, así que me estoy preparando. Pedaleo y escribo, pedaleo y escribo… A ver qué sale, que creo que esta vez los premios van a ser mejores aún. ¿Será que van a regalar un viaje? Yo espero al menos viajar a la presentación del libro 3. ¿Y tú? ¿Vas a participar?
Ojo al dato: me acaban de pasar un enlace el desafío viajero, este que os decía. ¡¡¡Y TIENE PREMIOS MUY CHULOS!
DESAFÍO MALDITO VIAJE MALDITO. Convocatoria y clasificación en tiempo real
Vale pues. Se despide éste, que no es otro que su seguro servidor, afectísimo y todo eso: Riky, el explorador, o Riky a secas, que igual me da, oye, que en un momento dado tampoco hace falta más. ¡Si yo es que soy muy así!
por Enrique Brossa | 10 10+00:00 Abr 10+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa
Mario Pinto ha introducido un texto como noticia del que me ha apetecido comentar. ¿Me tocaba escribir hoy? Pues ya lo tengo. Recomiendo leer primero el artículo de Mario. ¡Eh, pero luego volved y leedme a mí también! ¿De acuerdo?
http://desafiosliterarios.com/noticias/el-amor-y-la-nieve/
Divertida preocupación, la que nos traes, Mario. Ten en cuenta que los fineses, aún distinguiéndolos de los lapones, ven mucha más nieve que el mundo de nuestro idioma en general. Yo estoy siempre a favor de los matices. Por ejemplo las conjugaciones verbales españolas están plagadas de matices muy finos. Pero los matices tienen un problema. Hay que introducirlos primero en los cerebros y hoy día hay mucha gente cuyas neuronas carecen de tanta finura. La gente acabará hablando como los apaches en las películas del Oeste, porque igual que podría sobrar a un daltónico el nombre del color marrón o el del verde, ya me dirás tú para qué quiere un visionador actual de telebasura distinguir entre amor, pasión, veneración, subyugación, idolatría, cariño, encoñamiento, enamoramiento, seducción, ternura, necesidad, amorío, apego, aproximación, atracción, debilidad, noviazgo, morbo, culto, fervor, dominio, adaptación y vivienda adquirida con crédito hipotecario, por mencionar distintos tipos de unión de pareja.
En España tenemos (también) un programa llamado First dates. Dos desconocidos quedan a cenar ante las cámaras y les preguntan luego si quedarían otra vez. Abundan respuestas tan sutiles como: “sí, quedaría con él porque me gusta que tengan tatuajes los tíos”, “demasiado rubio”, “es qe me gustan las tías con el pelo más largo”. Ante ese nivel, ante cerebros tan primarios… se ha abierto paso con fuerza una expresión de las últimas décadas: “poner”. Esa tía me pone mucho, ese tío no me pone, no me pone nada. Me pone mogollón… En fin, matices…
Y a mi me lo cuentan así en sus relatos y me preguntan preocupados. ¿Te parezco demasiado cursi aquí, cuando digo que “me ponía un montón”?
Tú pregunta. ¿Matices? Te dirán, no, no m´atices, que t´atizaré yo más.
Photo by Sili[k]
por Enrique Brossa | 1 01+00:00 Abr 01+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa
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MIS SALMOS ATEOS. Un día la música seguirá sonando
Un día la música seguirá sonando,
pero no para ti ni para mí.
Como la radio en la ciudad fantasma
después del gran cataclismo,
emitirá un murmullo de soledad.
El día en que yo muera,
espero recordarás
que fuiste tú y solo tú.
Al principio nuestro recuerdo
será como un grano de arena
olvidado en un desierto infinito.
Después, ya no será.
En una mar demasiado serena
Mi velero quedará detenido
en un océano de niebla,
silencio y calma chicha.
Nuestras almas se irán diluyendo
en un cosmos sin ruidos ni tristeza.
Espero recordarás
que fuiste tú y solo tú.
Vagarán por el vacío
briznas de mi mente,
con átomos de la memoria
de nuestras risas desbordadas
por la alegre aventura de tenerte
y de la enorme dicha alcanzada
nadando en increíble torrente.
Que fuiste tú y solo tú.
Tú eres para mí el agua y la sed a un tiempo,
vivirás conmigo después de la muerte.
Nosotros somos más.
Más que la felicidad,
más que la vida, más que la luz.
Hay algo eterno en tu mirada.
Nosotros somos más.
Somos la materia sin tiempo,
y nos fundiremos con ella
felices por habernos gozado.
Espero recordarás
que fuiste tú y solo tú.
Como lágrimas que al caer
creen desaparecer
pero han sido liberadas
para disolverse en el mundo.
Derramarnos el uno en el otro
nos ha devuelto a la tierra y al cielo.
Nuestro anhelo es abrazarnos
hasta convertirnos en aire y lluvia.
Otros no. Ellos, al agonizar,
con mano crispada,
se aferran a la sábana
Desaparecerán a su pesar.
Caracoles en agua hirviendo
que agonizan chillando sin voz.
Espero recordarás
que fuiste tú y solo tú.
Amamos con ojos abiertos
Parando el tiempo y la mente.
Hemos encontrado una puerta
hacia donde todos habitamos
El sitio que no puede verse.
Que fuiste tú y solo tú.
Recorrimos algo intenso.
Desnudos nadamos divertidos,
arrastrados por el gran río,
y dejamos de ser nosotros
para diluirnos juntos
en el hambre y en la existencia.
Tu sexo desnudo fue vergel desbocado
atrapando mi vida en tus manos.
Nos alimentamos uno del otro.
antropófagos felices y resignados.
Espero recordarás
que fuiste tú y solo tú.
Que fuimos nosotros dos.
Que aceptando la vida
no importa el final.
Photo by Fer Ledesma 
por Enrique Brossa | 21 21+00:00 Mar 21+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa
Una mujer es como un disco de vinilo. Hay que manejarlo con extrema delicadeza, porque se raya con mucha facilidad. No importa lo que tenga dentro: que sea un disco bueno, o malo, estruendoso o sutil, que su música sea delicada o heavy metal, que sea una espontánea Jam Session o un pautado minueto… Da igual: es un disco de vinilo. Sujétalo por los bordes, como si quemase, y con las yemas de solo tres dedos bien limpios. Trátalo bien. se lo merece.
Justo es decir que algunas veces eso es muy incómodo para los gruesos dedos del varón, pero que también por eso aprendimos a valorar y a adorar la música que había dentro de aquellos legendarios discos.
Aprender a tener cuidado con el frágil corazón de la mujer nos hace a los hombres ser más civilizados y mejores personas, aunque en cualquier momento puede asomarnos un impulso asilvestrado, que tardamos toda una vida en no-dominar del todo.
Por favor, chicas: sed condescendientes cuando salga el manazas que todos nosotros llevamos dentro.
O al menos yo.
por Enrique Brossa | 3 03+00:00 Mar 03+00:00 2018 | Desbrozando a Brossa
EL GÉNESIS
Y después del hombre, creó al escritor, y vio que no era bueno que el escritor estuviera solo. Pero éste le llevó la contraria.
-Según cuándo, Señor.
-No repliques a tu Creador, escribidor engreído. ¿Acaso he traído al primer pedante al suelo de la Tierra?
-Si no replico, mi Dios, pero es que es… ¡según cuando! Una humana está bien, en su momento, para ciertos menesteres, pero la soledad también me gusta.
-¿¿Mi última criatura realmente se cree lo de que lo he hecho a mí imagen y semejanza y piensa que me puede explicar a mí cómo proseguir la Creación??
-A ver, Dios, reconócelo: que lo de la costilla aquella, lo de Eva acabó como acabó… Las humanas nos gustan y si son escribidoras mejor, pero necesitamos cierta soledad también para escribir.
Dios desapareció echando un montón de truenos que asustaron al escritor recién nacido del barro, el cual se dijo: <<qué rayos suelta, qué modales. No se le puede decir nada al Creador porque en seguida pierde los papeles. Se le ha subido lo de ser Dios a la cabeza>>.
-¡¡Pero bueno, escribidor!! ¿Es que no sabes que oigo hasta tus más ocultos pensamientos? Soy como el administrador de tu blog. Ya me estás cansando…
Entonces el Altísimo, lleno de ira puso al escritor en un mundo en el que se lo tenía que hacer todo. Un tiempo después el escritor se dio cuenta de que se había equivocado y llamó al Padre.
-¡¡Dios!! ¡¡Menuda leche, todo el día copiando la portada de mi novela en los grupos de Facebook!! Llevo ya tres años así. ¡Y no le interesa mi libro a nadie!
-¿Reconoces tu error, insolente?
-¡¡Total!
-¿Cómo que «total»? Te he creado para que mejores el idioma, no para que te expreses como tus hijos de enseñanza primaria.
-Reconozco que tienes razón, Dios. No es bueno que el escribidor esté solo.
Unas carcajadas de satisfacción parecidas a las atribuidas a Papá Noel resonaron por todo el firmamento.
-¡Repítelo! -dijo el Señor.
-¡Joder! ¡Que no es bueno que el escritor esté solo!
Entonces Dios, levantando con suficiencia sus divinas cejas, que de por sí estaban ya en lo más alto del cielo, volvió a decir lo mismo:
-¡Repítelo!
-¡Dios! Que no es bueno que el escritor esté solo.
-Eso me parecía…
Entonces el Señor nuestro Dios. con un gesto de cierta condescendencia, creó DesafiosLiterarios.com.
Y vio Dios que lo hecho era bueno.